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((**Es12.387**) Ante todo os recomiendo mucho la paciencia. Es el Espíritu Santo mismo quien nos amonesta: Patientia vobis necessaria est, nos dice en un lugar de la Sagrada Escritura. In patientia vestra, nos dice en otro lugar, possidebitis animas vestras. Patientia opus perfectum habet. No es mi intención hablar aquí de la paciencia que se requiere para soportar grandes trabajos o persecuciones extraordinarias; tampoco de la paciencia necesaria para aguantar el martirio, ni de la que hay que tener en enfermedades graves. Ciertamente en estos casos se requiere paciencia y en grado heroico; pero son casos que se presentan raramente y, por otra parte, Dios concede en ellos gracias extraordinarias. La paciencia de la que ahora quiero hablaros es la que se necesita para cumplir bien nuestras obligaciones, la que se requiere para cumplir nuestras Reglas, desempeñar con exactitud nuestros deberes. De ésta quiero hablaros ahora. La necesitan superiores e inferiores y puede darse el caso de tener que ejercerla en mil circunstancias; por eso hay que almacenarla en abundancia. Habrá uno sobrecargado de ocupaciones a quien se le querría añadir alguna más y está a punto de irritarse con quien lo quiere cargar de esta manera, ya sea porque desconoce sus otras ocupaciones, ya sea porque le cree apto para la que le añade. Aquí se necesita la paciencia. Hay otro que desearía dar clase, y le encargan de la asistencia; otro, por el contrario, querría estudiar y le destinan a dar clase; o quien preferiría estar en un lugar y le colocan en otro. En todos estos casos se necesita paciencia. Fulano cree que el Superior le tiene atravesado, que le mira con malos ojos, que siempre le encarga los trabajos más humildes. Si no se tiene paciencia y se pone uno a murmurar, a manifestar su descontento, >>qué ocurrirá? Zutano tiene una ocupación, que le resulta antipática; no puede actuar bien en aquel lugar; le dan mil veces ganas de dejarlo todo y marcharse quién sabe adónde. Atención a los malos pasos; aquí se necesita más paciencia que nunca. Llegará también el caso en que uno diga: -El Superior me odia.-Será un efecto de la imaginación más que de otra cosa; sea así; >>pero, acaso, te será lícito quejarte, hablar mal de él, mostrarte públicamente ofendido? De ningún modo. He aquí por qué yo decía que es preciso tener como compañera inseparable a la paciencia. íPero cuánta necesidad tendrá de ella también el Superior! Porque, si él sabe hacerla ejercitar a los otros, los súbditos pueden decir: -Nosotros somos muchos y empleamos un poco de paciencia cada uno por su cuenta; pero el Superior está solo contra todos y tiene que tener paciencia con todos. ((**It12.456**)) He aquí por qué a los Superiores, aunque sean jóvenes, a veces les toca caminar encorvados; porque, un poco por consideración con uno, y otro poco por miramiento con otro, a veces les toca tragar saliva, ya por no ser capaces, ya porque no se ve tan buena voluntad y espontaneidad en las cosas, ya porque en ocasiones se ve realmente la mala voluntad. >>Pero será esto motivo suficiente para cortar toda relación con ese tal o con aquel asunto y dejar completamente las cosas como se encuentran? Ya sé que mil veces vendrán las ganas de amonestar severamente, de mandar a uno a paseo o algo por el estilo; pero precisamente éste es el momento de la paciencia o, mejor dicho, de la caridad condimentada con la dulzura y la mansedumbre de san Francisco de Sales. Aquel maestro, aquel asistente podrían también cortar toda cuestión, dando una bofetada acá o soltando un puntapié allá; pero esto, tengámoslo bien presente, si alguna vez corta un desorden, no reporta ningún bien, y no sirve para hacer amar la (**Es12.387**))
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