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((**Es12.366**) salesiano don Albano, entre la gente, le echó las manos a los hombros como para abrazarlo, y le dijo al oído: -Diga a don Bosco que no podría estar más satisfecho de lo que estoy por el recibimiento tenido en el colegio; dígaselo, pues me hará un gran favor. Salude de mi parte a estos queridos muchachos. Dígales que nunca jamás los olvidaré. Dé las gracias a los Superiores, a los alumnos, a los músicos, a los cantores de parte de todos nosotros. Los versos de la poesía casi los he aprendido de memoria y ya acabaré de aprenderlos. No quiero olvidarlos nunca y los llevaré impresos en mi corazón. Dígales, dígales, por favor, todo esto; no se olvide. Yo haré por el colegio todo lo que pueda. Dicho esto, se unió a los compañeros que empezaban a salir. Don ((**It12.429**)) Bosco los acompañó hasta la mitad de la plaza, y después de repetidas protestas, de imperecederos recuerdos, reverencias y apretones de manos, volvió al colegio. Estaba visiblemente contento. Después de la comida, sentado en el gran sillón en el pórtico y rodeado de clérigos y sacerdotes, manifestó sus impresiones e ideas, que fueron recogidas; algunas especialmente son dignas de pasar a la historia. -Creo, dijo él, que hacía mucho tiempo que estos Ministros y Diputados no habían oído tantos sermones como hoy en Lanzo. Después de todo son unas pobres personas que no oyen nunca una palabra dicha con el corazón, ni una verdad expresada de modo que no los exaspere. Yo los he recibido cordialmente y les he dicho con el corazón en la mano, lo que me sugería la ocasión; y también les he dicho todas las verdades que podía decirles, sin ofenderlos y de la manera más franca. Tal vez no han hecho nunca ejercicios espirituales; pero creo que en esta ocasión, aun sin ir a San Ignacio, han hecho una buena tanda. -Por lo demás, no podía imaginar que esta fiesta podría resultar tan grandiosa, a pesar de que habría puesto en aprieto a cualquiera. Yo no me he turbado más que cuando estoy con mis muchachos, y he hablado a esos señores con la misma franqueza y familiaridad. Ellos hacían muchas preguntas, una tras otra sin parar, y yo me reía. Creían que reía por lo extraño de las preguntas que me hacían, pero yo no podía contener la risa al verme allí, rodeado de tanta gente como el protoquamquam (primate), y al escuchar las preguntas y dar las respuestas, iba yo pensando en aquella mi extraña situación. -Y me parecía que había hecho bien en venir a Lanzo. íPobre Director! íEn qué apuros se habría encontrado! >>Cómo habría podido contestar a tantas preguntas engañosas, malintencionadas y aún provocativas, (**Es12.366**))
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