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((**Es12.365**) con que don Bosco se entretenía con los Ministros, sentado en medio de ellos. Efectivamente, fue él el único que en aquella ocasión desempeñó en Lanzo un papel notable, pues las autoridades del pueblo se habían eclipsado completamente. Mientras se sostenía esta tertulia en el jardín se alternaban en el patio las ejecuciones de la banda y los ejercicios gimnásticos de los alumnos. La víspera se había recomendado a los muchachos que honraran al colegio con su obediencia, y especialmente que no rompieran filas sin autorización, pues esto sería del agrado de don Bosco. Guardaron la consigna de modo irreprochable, a pesar de que muchos padres, que habían acudido a la fiesta, intentaran sacar fuera a sus hijos: padres y madres no lograron durante una hora y media mover ni a uno de su sitio. Los ilustres huéspedes paseaban por el patio, los observaban con mucho interés, trataban de localizar a los de su pueblo y los saludaban afectuosamente. Por fin bajaron los Ministros, seguidos de todo el cortejo, y con ellos don Bosco, que llevaba a un lado a Nic_tera y al otro a Zanardelli. Detrás iba Depretis, el cual apenas había abierto la boca en todo el tiempo. El grupo se encaminó hacia donde estaban los sillones colocados en ((**It12.428**)) semicírculo. Los Ministros hicieron que don Bosco se sentara en el centro; a sus lados tomaron asiento Nic_tera, Ercole y Ricotti. Depretis se mantuvo de pie apoyado en el sillón de don Bosco; Zanardelli fue a tomar una silla y se colocó en frente cerrando el círculo. Parecía que don Bosco fuese el rey de la fiesta. La comisión organizadora había determinado que los Ministros pasaran en el colegio unos veinte minutos; y, en cambio, estuvieron hora y media. Se acercó varias veces el alcalde para advertir que ya era hora; pero ellos contestaban: -íUn momento nada más! A eso de las once se levantaron los Ministros y con las más cordiales instancias invitaron a don Bosco al almuerzo; él les dio las gracias, pero se excusó. Estaban expansivos, muy alegres y casi afectuosos. Mostraron su gran satisfacción por el recibimiento de que habían sido objeto. Zanardelli manifestó su más viva complacencia. Nic_tera, al despedirse, dijo en alta voz, que todos pudieron oír: -He tenido una gran alegría. Sí, una de esas satisfacciones que quizás se experimentan una sola vez en la vida. -A menos que, añadió Zanardelli, fuéramos recibidos otra vez en los colegios de don Bosco. Después, mientras salían del colegio, vio Zanardelli al profesor (**Es12.365**))
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