Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es12.364**) en la preciosidad de las cosas celestes; en los juicios de Dios; en la eternidad... Para pensar que a la hora de morir lo que produce satisfacción es el bien hecho, y que todo lo demás no causa más que angustias... Si, después de todas estas reflexiones, éste hiciese una buena confesión general, entonces yo podría dar un juicio sobre su interior. -Pero diga, por favor; >>cree usted que nosotros nos salvaremos?, preguntóle uno como quien quiere decir una agudeza. -Así lo quiero esperar, porque la gracia y la misericordia del Señor son muy grandes... -íPero nosotros no queremos convertirnos tan deprisa! ->>Querrán ustedes decir que ciertamente desearían ser convertidos... pero siguiendo todavía... o, más bien, lo desearían..., pero no tienen valor para tanto...? -Sí, cabalmente, es así. -Entonces yo no tendría que decir más que lo que ha dicho aquel señor hace poco: desiderium... y lo que sigue. -Sí, sí, íesto va de perillas para ti, Nic_tera!; dijo uno. -Mejor para ti, replicó otro. Acabó por fin aquel tema y se pasó a otros asuntos, de los que no se guarda recuerdo, pero sabemos que don Bosco no perdía ocasión para soltar alguna verdad saludable y hasta de las que escuecen. Sin embargo, su palabra amable, la sencillez de sus maneras excluía toda mordacidad u ofensa personal; de modo que todos le rodeaban atentos y bromeaban, mas sin que se oyera una palabra o se viese un ademán que supiese a desprecio. En resumidas cuentas, don Bosco los tenía completamente dominados. Aquel día Zanardelli estaba apenado, no se traslucía si por alguna angustia interior que lo atormentase o por estar aquejado de algún malestar físico. ((**It12.427**)) ->>No se encuentra usted bien?, preguntóle don Bosco. -íNada de eso, señor!, le respondió Zanardelli suspirando. -íEntonces haga por curar! Estas palabras del Siervo de Dios, como atestigua Lemoyne, que estaba presente y lo vio todo, produjeron un efecto extraño en Zanardelli. La mirada de don Bosco, observa el mismo Lemoyne, en estas circunstancias decía lo que la boca callaba. Nic_tera había cortado una flor, se la había puesto en el ojal de la solapa y así la llevó después todo el día. Se dieron cuenta de ello los periodistas, los cuales dijeron que el Ministro había querido expresar con este gesto su amor y aprecio por don Bosco. Poco a poco, diputados, senadores y muchos otros habían llenado aquel espacio y comentaban con simpatía la familiaridad y amabilidad (**Es12.364**))
<Anterior: 12. 363><Siguiente: 12. 365>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com