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((**Es12.341**) y tuvo un sueño la víspera de su salida. Parecióle entrar en el locutorio, cerca del cual había un pequeño columpio para diversión. Con extrañeza y temblor vio en él a Jesucristo y quedó tan penetrado de su refulgente luz y divina majestad que le pareció iba a caer al suelo desmayado. El Divino Salvador lo agarró por la mano. Lo levantó y lo sostuvo diciéndole: -No temas; yo te haré de padre (el joven era húerfano), pues los hombres te abandonan. Pon tu confianza en mí. Varaja, arrodillóse ante El y le dijo: -íSeñor! Concédeme la gracia de llegar a ser sacerdote y misionero. Jesús le miró con aire de inefable bondad y sonriendo le respondió: -íLo uno y lo otro! -Sí, Señor, replicó el joven, hacedme sacerdote y misionero. Y Jesús repitió, siempre con la misma sonrisa: -íLo uno y lo otro! ((**It12.399**)) La promesa se cumplió. Dos años después volvía a ingresar en el colegio, aceptado gratuitamente. En 1876 recibió la ordenación sacerdotal, fue enviado después como Director de la casa de Saint Cyr, en Francia, y por fin, en diciembre de 1891, los Superiores le enviaron a las misiones de Palestina, donde acabó santamente sus días el 19 de octubre de 1913. Entre las cosas de familia también encaja la que vamos a contar ahora. En los salmos y cánticos de la Biblia los escritores inspirados alaban a veces a Dios enumerando al detalle y con acentos de gratitud los beneficios prodigados por la bondad divina al pueblo elegido e invitando a todas las criaturas a ensalzar con ellos al Dador de todo bien. El día 25 de noviembre por la noche alzó el Siervo d e Dios al Señor un himno de reconocimiento de este estilo. Era la acostumbrada hora de la intimidad, después de las confesiones, a la hora de la cena, rodeado de diez o doce sacerdotes. Repasando el remoto pasado y el próximo, empezó a hablar de las gracias, con que el Señor había favorecido y favorecía al Oratorio; y no se detuvo en una afirmación genérica, sino que recordó una larga serie de hechos, mientras los presentes le hacían coro, ora ofreciéndoles nuevos recuerdos, ora bendiciendo a Dios. Creemos oportuno reproducir aquella secuencia de recuerdos, dejando la palabra a don Bosco, pero después de anteponer también con sus palabras, una observación. Don Bosco recordaba con gusto las cosas del pasado al tiempo que su familia crecía y se extendía. El mismo dijo y repitió el porqué, pero lo declaró particularmente y fue recogido por el cronista el 21 de (**Es12.341**))
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