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((**Es12.342**) diciembre. En presencia del doctor Bacchialoni, titular de literatura griega en la Real Universidad, y de algunos salesianos, se expresó de esta manera: -Me agrada contar las cosas antiguas del Oratorio. A veces son hechos que se refieren también a don Bosco. Pero no los cuento por vanagloria. No, gracias a Dios, ésta no cuenta en absoluto. Mi único fin es contar los prodigios del poder de Dios y hacer ver que, cuando Dios quiere algo, se vale de cualquier medio, aun del ((**It12.400**)) más débil, el más inepto, para hacer superar cualquier obstáculo. Vengamos ahora al mencionado Cantemus Domino, en el que don Bosco hizo ver cómo Dios había demostrado en tantas circunstancias lo mucho que quería al Oratorio, preservando a los que en él vivían de muertes trágicas o prematuras. -Hace dos años, empezó a decir, el día de san José, mientras sonaba la campana mayor y un nutrido grupo de muchachos estaba en corro debajo del campanario se apartaron todos de repente sin saber por qué, a tiempo de que caía a plomo el badajo, rompía la cornisa del pórtico y rebotaba en el suelo sin causar daño a ninguno. Don José Lazzero, que se encontraba allí cerca, al oír el estruendo y los gritos de los jóvenes, se volvió asustado y vio a don Anacleto (?) Ghione, que llevaba al hombro, la mar de alegre, el grueso badajo de hierro, dando voces de júbilo. Don Carlos Ghivarello, tan ducho en ciencias mecánicas, aseguraba que aquel badajo con su peso llevaba, al caer, el ímpetu de una bala de cañón. -El año pasado también, el 19 de febrero, primer día del mes de san José, don Miguel Rúa y José Buzzetti oyeron a media noche un extraño ruido por la parte del patio cerca de la huerta; se levantaron y bajaron temiendo que los ladrones hubieran penetrado en casa. De pronto Buzzetti señaló a don Miguel Rúa en el suelo una gran mancha, que parecía un hoyo, y logró que retrocediera enseguida. No hicieron más que dar unos pasos hacia atrás cuando el terreno, en el que se habían parado unos instantes, cedió; era la bóveda del pozo negro que se hundía, y el pozo medía tres metros de profundidad y estaba lleno hasta el borde. Un paso más y don Miguel Rúa y José Buzzetti hubieran perecido miserablemente. -En el primer brazo de la casa nueva se derrumbó la pared del medio; una sobre otra se hundieron las tres bóvedas de los tres pisos próximos a la iglesia; cayó un rayo en el dormitorio de san Luis, y en ninguno de los tres casos hubo desgracias personales. -Aldroandi, natural de Guastalla, y recomendado por monseñor Rota, se cayó desde un balcón al patio de ((**It12.401**)) gimnasia. La altura (**Es12.342**))
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