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((**Es12.334**) viviente del extraordinario poder formativo de don Bosco. A pesar de sus naturales inclinaciones, propensas a lo excéntrico, y que en otras partes lo habrían convertido en el hazmerreír de todos y hombre de escasa valía, al pasar por las manos de don Bosco, quedó plasmado de tal modo, que, incluso utilizando los defectos temperamentales, realizó durante cincuenta años un bien incalculable en el oratorio festivo de San Francisco de Sales y rindió a la Congregación numerosos y a veces señalados servicios. El se habría lanzado al fuego por don Bosco; y don Bosco dio muestras de apreciar tanto su fidelidad que, en una ocasión, le entregó treinta mil liras para saldar una cuenta, y, lo que es mas aún, se las entregó públicamente y con la mayor indiferencia. Pero no fue un acto indiferente para Garbellone, que aún no había llegado a los treinta años: se echó a llorar y lo recordó siempre con emoción. Se presentaron dos clérigos, procedentes de distintas diócesis, pidiendo ingresar en el noviciado. Parecían buenos y decididos: sin embargo, fueron recibidos como simples aspirantes. Por aquel entonces iba don Bosco muy despacio para admitir a los que no habían hecho los primeros estudios en nuestras casas y quería asegurarse de si eran capaces de recibir una formación netamente salesiana. Había un sujeto que deseaba ingresar como coadjutor: era ((**It12.391**)) bastante inteligente, pero tenía la desgracia de ser deforme en el aspecto. Don Bosco no consideró oportuno admitirlo, y lo pasó a don Julio Barberis; como solía hacer habitualmente al dar encargos verbales, sugirióle las palabras con que debía comunicarle la negativa. Tenía que decirle así: -Mira, todos los Superiores te quieren, nunca te echarán, están muy conformes con que te quedes aquí con nostros. Sin embargo, en atención a las personas ajenas, no conviene que tú entres a formar parte de la Congregación porque, según nuestro instituto, tenemos que salir continuamente, encontrarnos en medio del mundo, ir y venir para recados y asuntos y podría quedar desacreditada nuestra Sociedad. Pero queda tranquilo, pues te guardaremos todas las atenciones debidas. Efectivamente, pasó toda su vida en el Oratorio. Se llamaba Doda, y fue conocido por todos los que estuvieron en el Oratorio. Tres sacerdotes sabedores de que don Bosco no se negaba normalmente a abreviar la duración de la prueba, hubieran querido hacer los votos perpetuos en la fiesta de la Inmaculada, después de sólo tres meses de noviciado. Aunque eran óptimas personas y de espíritu conforme al nuestro, con todo no fueron admitidos por el Capítulo Superior. (**Es12.334**))
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