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((**Es12.302**) En el centro del mismo estaba la Virgen, que se asemejaba, no sé si a la estatua que está bajo los pórticos o a la del mismo comedor, o a la de la cúpula o también a la que está en la iglesia. Mas, sea como fuese, el hecho es que estaba radiante de una luz vivísima que iluminaba todo el comedor, cuyas dimensiones en todo sentido habían aumentado cien veces más, apareciendo esplendoroso como un sol al mediodía. Estaba rodeada de bienaventurados y de ángeles, de forma que el salón parecía un paraíso. Los labios de la Virgen se movían como si quisiese hablar, para decirnos algo. Los que estábamos en aquel refectorio éramos muchísimos. Al espanto que había invadido nuestros corazones sucedió un sentimiento de estupor. Los ojos de todos estaban fijos en la imagen, la cual con voz suavísima nos tranquilizó diciéndonos: -No temáis; tened fe; ésta es solamente una prueba a la cual os quiere someter mi Divino Hijo. Observé entonces a los que, fulgurantes de gloria, hacían corona a la Santísima Virgen y reconocí a don Víctor Alasonatti, a don Domingo Ruffino, a un tal Miguel 1, hermano de las Escuelas Cristianas, a quien algunos de vosotros habréis conocido y a mi hermano José; y a otros que estuvieron en otro tiempo en el Oratorio y que pertenecieron a la Congregación y que ahora están en el Paraíso. En compañía de éstos vi también a otros que viven actualmente. Cuando he aquí que uno de los que formaban el cortejo de la Virgen dijo en alta voz: -Surgamus! (íLevantémonos!). Nosotros estábamos de pie y no entendíamos qué era lo que nos quería decir con aquella orden, y nos preguntábamos: -Pero >>cómo surgamus? Si estamos todos de pie. -íSurgamus!, repitió más fuerte la misma voz. Los jóvenes, de pie y atónitos, se habían vuelto hacia mí, esperando que yo les hiciese alguna señal, sin saber entretanto qué hacer. Yo me volví hacia el lugar de donde había salido aquella voz y dije: -Pero >>qué es lo que tenemos que hacer? >>Qué quiere decir surgamus, si estamos todos de pie? ((**It12.352**)) Y la voz me respondió con mayor fuerza: -Surgamus! Yo no conseguía explicarme este mandato que no entendía. Entonces otro de los que estaban con la Virgen se dirigió a mí, que me había subido a una mesa para poder dominar a aquella multitud, y comenzó a decir con voz robusta y bien timbrada, mientras los jóvenes escuchaban: -Tú que eres sacerdote debes comprender qué quiere decir surgamus. Cuando celebras la Misa, >>no dices todos los días sursum corda? Con esto entiendes elevarte materialmente o levantar los afectos del corazón al cielo, a Dios. Yo inmediatamente dije a voz en cuello a los jóvenes: -Arriba, arriba hijos, reavivemos, fortifiquemos nuestra fe, elevemos nuestros corazones a Dios, hagamos un acto de amor y de arrepentimiento; hagamos un esfuerzo de voluntad para orar con vivo fervor; confiemos en Dios. Y hecha una señal, todos se pusieron de rodillas. Un momento después, mientras rezábamos en voz baja, llenos de confianza, se dejó oír de nuevo una voz que dijo: 1 Romano, director de la casa de noviciado de los Hermanos en Turín. (**Es12.302**))
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