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((**Es12.301**) y corriendo hacia nosotros. Muchos de éstos se habían salido por la puerta que está al fondo del patio. Pero al crecer cada vez más el griterío y los acentos de dolor y de desesperación, yo preguntaba a todos con ansiedad qué era lo que había sucedido y procuraba avanzar para prestar mi auxilio donde hubiera sido necesario. Pero los jóvenes, agrupados a mi alrededor, me lo impedían. Yo entonces les dije: -Pero dejadme andar; permitidme que vaya a ver qué es lo que produce un espanto tal. -No, no, por favor, me decían todos; no siga adelante; quédese, quédese aquí;hay un monstruo que lo devorará; huya, huya con nosotros; no intente seguir adelante. Con todo quise ver qué era lo que pasaba y deshaciéndome de los jóvenes, avancé un poco por el patio de los aprendices, mientras todos los jóvenes gritaban: -íMire, mire! ->>Qué hay? -íMire allá al fondo! Dirigí la vista hacia la parte indicada y vi a un monstruo que, al primer golpe de vista, me pareció un león gigantesco, tan grande que no creo exista uno igual en la tierra. Lo observé atentamente; era repulsivo; tenía el aspecto de un oso, pero aún más horrible y feroz que éste. La parte de atrás no guardaba relación con los otros miembros, era más bien pequeña; pero las extremidades anteriores, como también el cuerpo, los tenía grandísimos. Su cabeza era enorme y la boca tan desproporcionada y abierta, que parecía hecha como para devorar a la gente de un solo bocado; de ella salían dos grandes, agudos y larguísimos colmillos a guisa de tajantes espadas. Yo me retiré inmediatamente donde estaban los jóvenes, los cuales me pedían consejo ansiosamente; pero ni yo mismo me veía libre del espanto y me encontraba sin saber qué partido tomar. Con todo les dije: -Me gustaría deciros qué es lo que tenéis que hacer; pero no lo sé. Por lo pronto concentrémonos debajo de los pórticos. Mientras decía esto, el oso entraba en el segundo patio y se adelantaba hacia nosotros con paso grave y lento, como quien está seguro de alcanzar la presa. Retrocedimos horrorizados, hasta llegar bajo los pórticos. Los jóvenes se habían estrechado alrededor de mi persona. Todos los ojos estaban fijos en mí: -Don Bosco: >>qué es lo que hemos de hacer?, me decían. Y yo también miraba a los jóvenes, pero en silencio, y sin saber qué hacer. Finalmente exclamé: -Volvámonos hacia el fondo del pórtico, hacia la imagen de la Virgen, pongámonos de rodillas, invoquémosla con más devoción que nunca, para que Ella nos diga qué es lo que tenemos que hacer en estos momentos para que venga en nuestro auxilio y nos libre de este peligro. ((**It12.351**)) Si se trata de un animal feroz, entre todos creo que lograremos matarlo; y si es un demonio, María nos protegerá. íNo temáis! La Madre celestial se cuidará de nuestra salvación. Entretanto el oso continuaba acercándose lentamente, casi arrastrándose por el suelo en actitud de preparar el salto para arrojarse sobre nosotros. Nos arrodillamos y comenzamos a rezar. Pasaron unos minutos de verdadero espanto. La fiera había llegado ya tan cerca que de un salto podía caer sobre nosotros. Cuando he aquí que, no sé cómo ni cuándo, nos vimos trasladados todos del lado allá de la pared encontrándonos en el comedor de los clérigos. (**Es12.301**))
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