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((**Es12.230**) proyecto. Este sacerdote era don Juan Cagliero. El otro era él mismo, presidente de las Conferencias, que había recibido un legado de una buena señora, para la fundación de un internado para muchachos pobres. El capital no bastaba para la construcción de un edificio y el mantenimiento de los huérfanos, pues no eran más que unos seiscientos mil pesos de la antigua moneda, equivalentes a casi sesenta mil liras italianas; sólo se podía alquilar una casa para comenzar la obra. Quiso la Divina Providencia que estos dos hombres se encontraran, se dieran la mano, y dijeran a una voz: -íPues bien, comencemos en el nombre del Señor! Y efectivamente comenzaron. Se alquiló una casa bastante cómoda en la calle Tacuarí y San Juan, cerca de la parroquia de la Concepción. Los primeros veinticinco huérfanos se tomaron del asilo que administraban las Hermanas del Huerto, en la calle Méjico; sus padres habían sido víctimas de la fiebre amarilla, que había atacado a Buenos Aires en 1871. Habían llegado ya a una edad que no permitía a las buenas Hermanas seguir educándolos: y ellas lo remediaban, mientras tanto, con hombres a sueldo que les enseñaban algún oficio útil. Otros veinticinco muchachos fueron repartidos entre las familias pobres asistidas por las Conferencias. Así empezaron los talleres de sastres, zapateros, carpinteros y encuadernadores, organizando las escuelas según el sistema salesiano, con banda de música, canto y todo lo demás. Las cosas se encaminaron sobre la base de un convenio muy defectuoso 1, que con el andar del tiempo necesariamente había de dar origen ((**It12.266**)) a serios inconvenientes. La dirección de la Escuela de Tacuarí sería confiada a don Francisco Bodrato, el cual regiría al mismo tiempo la iglesia Mater Misericordiae y además una parroquia, de la que pronto hablaremos. Entretanto actuaba, como brazo derecho de don Juan Cagliero, el incomparable don Juan Bautista Baccino, a cuyo celo y sacrificio deben mucho las obras salesianas de Buenos Aires, pues a él se debe que, desde su comienzo, tuvieran una estabilidad precursora de su duración. El incansable Cagliero puso manos a otra empresa. Apenas llegaron los salesianos a Buenos Aires, quedaron atónitos ante el deplorable espectáculo que ofrecía un barrio de la ciudad, denominado la Boca y poblado por ligurinos. A estos italianos se atribuía la sectaria manifestación, que había tomado por blanco preferente de su odio sectario a los jesuitas, incendiando el gran colegio del Salvador 2. Don Juan 1 Véase Apéndice. doc. 20. 2 Véase Tomo XI, pág. 130. (**Es12.230**))
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