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((**Es12.229**) la pena traerla de nuevo aquí. Pero no debemos pasar por alto la conveniencia de que el Papa recibiese por conducto oficial informe ((**It12.264**)) de lo que se había hecho, para que viese cómo se habían llevado las cosas con toda seriedad, y para que siguiera prestando su favor a lo mucho que quedaba por hacer. No tomen a la letra los lectores el regalo de don Juan Cagliero a Gazzolo y la restitución de éste a don Bosco: es una pura fórmula diplomática para advertir que el cónsul argentino reembolsó los gastos del viaje, que le había anticipado don Juan Cagliero. Cómo ejecutó este acto, no lo sabemos. Pero estamos mejor informados sobre el asunto del terreno o, mejor, terrenos, ya que eran dos, como en otro lugar decíamos. Don Juan Cagliero, para contestar a don Bosco acerca del valor de los mismos, pidió a una persona competente y desinteresada que hiciera la valoración; y ésta declaró que los dos trozos de terreno podían valer unos dieciocho mil pesos, moneda corriente equivalente a la lira italiana. Así, pues, don Bosco le hizo este ofrecimiento, pero a Gazzolo le pareció irrisorio; y pidió por su parte un mínimo de cuarenta mil liras italianas, por una serie de razones que no le costó ningún trabajo a don Juan Cagliero deshacer 1. No fue posible nunca encontrar la solución de ese pleito para llegar a un acuerdo. Exageraba un tanto Cagliero al escribir entonces a don Bosco que él, siguiendo sus recomendaciones de ocuparse de la Patagonia, había casi olvidado a Buenos Aires; en efecto, estudiaba los preparativos para fundar en esta ciudad una escuela de artes y oficios, tomando como modelo la del Oratorio. El doctor Eduardo Carranza, presidente de las Conferencias de San Vicente de Paúl, en una reunión de estas Conferencias, celebrada en 1880 en presencia del Nuncio Apostólico monseñor Matera, expuso con toda gracia los primeros orígenes de la Obra 2. Un día del año 1876, dijo él en substancia, dos hombres caminaban por la calle principal de Buenos Aires, meditando sobre una gran obra en favor de la juventud pobre y abandonada, que hormigueaba por las plazas y ((**It12.265**)) suburbios de la capital. Los dos pensaban en un asilo u hospicio; pero ninguno de los dos poseía los medios suficientes para ello. Uno de ellos, sacerdote, venía de Turín, enviado por el Fundador de una nueva Institución destinada a socorrer a la juventud que está en peligro y traía consigo maestros de artes y oficios y también algún sacerdote muy bien dotado, capacitado para dirigir un instituto; pero no tenía dinero, ni casa para llevar a efecto su gran 1 Carta de Gazzolo a don Juan Cagliero, del 13 de febrero de 1877 y carta de don Juan Cagliero a Gazzolo, del 20 de marzo de 1877. Apéndice, doc. 19. 2 Escribimos ateniéndonos al testimonio de don José Vespignani, que asistió a ella. (**Es12.229**))
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