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((**Es12.184**) <> El primer día del mes de María Auxiliadora casi todos los muchachos comulgaron; después fue creciendo el fervor en la casa. El buen ambiente, que solía dominar en el Oratorio, en estas circunstancias arrastraba también a los que de ordinario se mantenían al margen. Nunca faltaban los refractarios, pero eran poquísimos; los Superiores los conocían, se los ayudaba y empujaba al bien o se los eliminaba. Al comenzar el mes de María entraba en vigor el horario de verano: había que levantarse media hora antes, a las cinco; a la una y media, limpieza en el dormitorio; a las dos, estudio libre y clase de canto; a las siete y media, sermón. Ya no había clase nocturna de repaso. Por la mañana, después de misa, se iba a paseo hasta la hora del desayuno. Reinaba, además, gran animación para los preparativos de la gran fiesta. Los cantores tenían más clases de música. Cuando se marchó don Juan Cagliero se temió que muriera la música o, cuando menos, decayese; pero lo suplió dignamente Dogliani. También la banda se había recuperado con unos treinta músicos. Había sido disuelta el año anterior por don Bosco, porque los que entraban a formar parte de ella ((**It12.209**)) quebrantaban la disciplina, y se reorganizó con nuevas bases. Los nuevos músicos lo hacían bastante bien. Notaremos de paso que la disolución se hizo a la chita callando y sin armar escándalo, mediante la gradual eliminación de los muchachos. Se estrenó, entonces también, un conjunto de doce violinistas, formado por los aprendices mayores y de mejor conducta. Cantos y música ocupaban de este modo buena parte de los recreos e introducían en aquella estación una agradable variedad. No había el menor asomo de que cubriese el Oratorio esa capa de plomo, que Fáber llama <>. (**Es12.184**))
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