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((**Es11.275**) el cardenal Berardi, y algunos si es don Carlos. Voy a deciros en pocas palabras quién es. Es un personaje que quiere mucho a don Bosco y al Oratorio; pero desea conservar el incógnito, esto es, no quiere que se sepa quién es. Ya vendrá el tiempo en que lo sabréis. Estas palabras hicieron que se formaran nuevas cábalas; pero los más estaban persuadidos de que era el cardenal Berardi. Su Eminencia pasó aún otro día en Turín. Había ido solamente para hablar con don Bosco, mantuvo el más riguroso incógnito, rehusando recibir o hacer visitas; ni siquiera vio al Arzobispo. Por lo demás, intercambió muy pocas palabras con el denodado periodista católico, el teólogo Margotti, director de la Unit… Cattolica. Los tres días celebró la misa en la catedral. Su imponente aspecto y la gravedad del porte con que pidió celebrar, cortó la palabra a quien intentaba cumplir las formalidades ordinarias, y, sin más, le entregó una sotana. Dos de los que acompañaban al Cardenal eran sus sobrinos, y el más joven y también más desenvuelto, era precisamente el que había sanado prodigiosamente en el 1869 después de recibir la bendición de don Bosco. El Beato acompañó al Cardenal toda la mañana. Le condujo a la armería real, al jardín botánico, a los jardines reales con la casa de fieras. Llevóle a la capilla de la Sábana Santa, junto al palacio real, y a la biblioteca de la Universidad, en donde el célebre orientalista profesor Gorresio, ((**It11.321**)) que tenía mucha amistad con don Bosco, enseñó al eminente visitante lo mejor que allí había en miniaturas y códices. Don Bosco volvió a casa para la comida, y, por la tarde, fue de nuevo para saludarle y despedirse. El Cardenal manifestó su alegría y satisfacción por haber visitado Turín y le dijo a él en particular: -Ahora escribiré a Su Santidad y, en llegando a Roma, ya sabré yo hablar respecto a usted. En las <> habló así don Bosco a todos los muchachos: El personaje, que ayer tuvo la bondad de visitarnos, se ha ido y no es el caso de que yo mantenga el secreto. Algunos de vosotros ya saben que era Su Eminencia el Cardenal Berardi, persona muy benemérita del Oratorio y que trabajó muchísimo en Roma por nosotros. Me ha encargado que os saludara en su nombre y os dijera que ha quedado muy satisfecho de todos. Hubiera querido hablaros antes de marchar, pero se habría visto en la precisión de decir quién era y, como esto no lo quería de ninguna manera, me dejó a mí el encargo de saludaros. Me dijo que cuando llegue a Roma quiere hablar mucho de vosotros con el Padre Santo. Por de pronto escribirá una carta a Pío IX, contándole la gran recepción que le habéis tributado, ya que no (**Es11.275**))
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