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((**Es11.274**) Agradó extraordinariamente al Cardenal aquel lugar, el edificio y la recepción de los alumnos. Y dijo a don Bosco: -Se nota que es un colegio señorial, bien organizado, y de acuerdo con la condición de los alumnos. En Valdocco se veía limpieza, orden, pero no riqueza, ni elegancia; también allí estaba todo de acuerdo con la condición de los alumnos. Si el ambiente de aquí fuera menos señorial, difícilmente se decidirían las familias a confiaros sus hijos; y si allá hubiera más, no se vería una casa de beneficencia. Todo, todo está muy adecuado. Bajó de Valsálice, entró en Turín por el puente de hierro sobre el Po y don Bosco le indicó el lugar donde se levantaría la iglesia de San Juan Evangelista y le narró la serie de peripecias que originó la adquisición del terreno. Hacia las ocho se apeó el Cardenal en el Hotel d'Europe y siguió don Bosco hasta el Oratorio, donde algunos sacerdotes le esperaban, ansiosos por saber cómo había pasado la tarde. Don Bosco les contentó durante la cena. El Cardenal se encontraba en Turín desde el día anterior, pero nadie lo sabía. Don Bosco, que fue a visitarle, le había acompañado a ver el Cementerio. Al describir a sus sacerdotes aquella visita, les dijo: -Después de ver muchos monumentos, admirar los mármoles, los trabajos, la limpieza, los paseos de cipreses, le conté para distraerlo la historia de la señora Griffa, que vosotros ya sabéis. -No, no la sabemos, exclamaron los sacerdotes. -Aún no hace muchos años la señora Griffa estaba gravemente enferma. Su marido, médico famoso de la corte, la exhortaba a resignarse al gran paso. Pero ella no podía quitarse la pena de tener que morir. Preguntáronle qué era lo que más le inquietaba y respondió al marido: <((**It11.320**)) se me concederá>>. -Si no es más que eso, le prometió el marido, yo haré poner sobre tu tumba un gran paraguas de hierro, que te defienda de la intemperie. -<>, dijo la mujer. Murió y el marido cumplió su promesa. Y yo acompañé a Su Eminencia a ver el famoso paraguas, que todavía está en su sitio. Y mientras don Bosco entretenía de esta forma a los sacerdotes, don Miguel Rúa decía a los muchachos después de las oraciones: -Todos vosotros, queridos jóvenes, deseáis saber quién es el personaje que hoy nos ha visitado. Uno pregunta si es el Papa, otros si es (**Es11.274**))
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