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((**Es11.236**) Los novicios no abandonaban sus estudios. Según la manera de decir de entonces, entraban en la filosofía, esto es, comenzaban a desarrollar el programa del liceo o bachillerato superior, dando mayor preponderancia a la filosofía. El 1875 dejaron de asistir a la clase los alumnos externos. El crecido número de alumnos hacía que se notara más la disparidad de disposición; entonces se propuso la idea, que poco después se realizó, de formar dos secciones, una con el verdadero liceo para preparar a los futuros profesores y otra con la filosofía y las asignaturas estrictamente necesarias, como se acostumbraba en el seminario. Con todo esto el maestro de novicios daba a entender la conveniencia de disminuir en el noviciado la dedicación a los estudios literarios y científicos, a fin de tener más oportunidad para aplicar la mente a las cosas del espíritu. También en esto actuaba don Bosco de acuerdo con las excepcionales facultades que Pío IX le había concedido; más aún, en virtud de las mismas se creía autorizado para emplear a los novicios también en la asistencia y en la enseñanza. Don Julio Barberis, embebido en el espíritu del Fundador, los atendía con celo vigilante, conferenciando muy frecuentemente con don Bosco, quien siempre le escuchaba con bondad y generosamente le hacía partícipe de sus luces. ((**It11.274**)) >>Qué criterios seguía don Bosco para admitir a los novicios a la profesión? Estaban, ciertamente, las Reglas por delante; pero no deja de ser oportuno ver con qué espíritu las aplicaba en cada caso. Atesoramos las pocas noticias de aquel año que han llegado hasta nosotros. Por la noche del 10 de diciembre reunió don Bosco en su habitación a los miembros del Capítulo Superior, e invitó además al maestro de novicios, para tratar de la admisión a los votos perpetuos y trienales. Hace notar expresamente la crónica que se rechazó a quienes habían dado pruebas de ser unos borrachines, y que don Bosco declaró que en este punto se debía proceder con gran rigor. -No se diga, añadió, que se les corrigió y reconocieron haber hecho mal y que prometieron con resolución no dejarse vencer nunca más por la bebida; este dolor basta ciertamente para poder dar la absolución sacramental, pero no sirve para darnos una mínima garantía para el porvenir. Con el nunca más de su promesa, hay que sobreentender: hasta que no se presente la ocasión. Y confirmó su afirmación con un ejemplo. Un compañero suyo de estudios tenía el desgraciado vicio de la bebida y prometía el oro y el moro cuando le avisaban. Una vez dijo a don Bosco: (**Es11.236**))
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