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((**Es11.237**) -Se lo aseguro, don Bosco; no volveré a empinar el codo. Estoy decidido, totalmente decidido, aunque tuviera que morirme. Más aún, en este mismo instante hago el propósito de no beber vino en toda mi vida. Pero íque si quieres! A la mañana siguiente oía don Bosco su misa desde el coro y, al llegar a la ablución del cáliz, oyó que decía al monaguillo: -íEcha, echa! Que esto no es tuyo, bal_s (granuja). Don Bosco, creyendo que el pobrecito tenía buena voluntad, le hizo ver la falta de decoro de aquel acto. El volvió a prometer; pero, de allí a pocos días, vio don Bosco cómo le llevaban a su casa en un coche, borracho como una cuba. A continuación propuso don Bosco una cuestión que él mismo resolvió: -Cuando uno es así, >>qué se puede esperar de su moralidad? Quisiera ((**It11.275**)) que se hiciera una prueba: dar hoy a todos los muchachos del Oratorio solamente un buen vaso de vino, hacer mañana una examen serio de conciencia, y se verá lo sucedido. Los muchachos no se imaginan la causa; no saben por qué ni cómo; pero muchos malos pensamientos, muchas tentaciones y, creo poderlo decir con seguridad, muchas caídas en pecado fueron su consecuencia. Al llegar a este punto don Miguel Rúa hizo presente que, a lo largo del año escolar, algunos profesores, por otra parte buenos de verdad, tenían su botella en la habitación. Don Bosco respondió: -Esto no debería suceder. íPero...! Se les puede perdonar por ahora, puesto que desconocen el peligro, y dado que no se creyere oportuno dar un corte radical. Pero es algo que se debe pensar para el porvenir. Demos un salto atrás. En la primera semana de julio acompañó don Julio Barberis a don Bosco fuera de casa, y aprovechó la ocasión para hablarle de algunos que, según parecía, no servían para salesianos. Uno de ellos decía a sus compañeros que estaba resuelto a volverse a su casa. -Procura que se vaya cuanto antes, dijo enseguida don Bosco. Dile de mi parte que, el día en que quiera marcharse, tiene libertad para hacerlo; sin embargo, mientras permanezca con nosotros, que se ponga un candado en la boca y no comente esto con los compañeros, porque, en caso contrario, me veré obligado a tomar severas medidas. Cuando los Jesuitas saben que uno ya no quiere formar parte de su Orden, no le permiten permanecer en casa un día más y ni siquiera puede hablar con ninguno de la Compañía bajo ningún pretexto. Y (**Es11.237**))
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