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((**Es11.222**) la lengua, y >>para qué le sirvió? Para murmurar, quizás para blasfemar contra Dios o para hablar mal. Dios le dio unos ojos y él se sirvió de ellos para leer libros malos, para mirar cosas indecentes. Supongamos que Dios le concedió riquezas; >>y para qué las empleó? Para fomentar la soberbia de su vida, para entregarse libremente a la satisfacción de sus caprichos con una vida licenciosa, para oprimir a los débiles y ser duro con los pobres. íQué tormento sería este recuerdo! Pero no quiero explayarme en estas consideraciones, que imagino no las necesitamos. Ved, pues, cómo el que ha gozado en la vida será atormentado no sólo en punto de muerte, sino también en las enfermedades graves, con peligro de muerte. Y entonces se lamentará diciendo: -íAh, si hubiese hecho esto, o si hubiese hecho aquello otro! Pero, si llegan a curar, vuelven a la misma vida de antes y olvidan los propósitos hechos. íDesgraciados! En punto de muerte hay que haber hecho, no querer hacer. No esperemos, pues, a entregarnos al Señor en los últimos momentos de la vida, sino hagámoslo ahora: que el domingo, día de la Asunción de María Santísima, cada uno de nosotros pueda decir desde lo más íntimo de su corazón: -Si tuviera que morir en este instante, moriría contento y con la firme esperanza de ir al cielo. 6. Un sueño El año 1876 se aventuró don José Vespignani, nuevo entonces en el Oratorio, a interrogar a don Bosco sobre sus sueños, preguntándole con filial confianza qué había que pensar de ellos. Don Bosco le dio una respuesta genérica, pero suficiente, díciéndole que en sus condiciones, sin medios, sin personal, le habría sido imposible trabajar en favor ((**It11.257**)) de la juventud, si María Auxiliadora no hubiese acudido en su ayuda con luces especiales y abundantes auxilios no sólo en el orden material, sino también en el espiritual 1. Por tanto hay que considerar los sueños de don Bosco como luces y especiales auxilios de la Virgen. Ellos ejercieron en la vida del Oratorio una influencia que no puede pasar desapercibida para el historiador; bien se los podría denominar una institución doméstica. Perduraba el recuerdo y la impresión de los del pasado y siempre se esperaban otros nuevos. El anuncio de un sueño ponía en expectación a chicos y grandes, se esperaba el relato con avidez, y los buenos efectos no se hacían esperar largo tiempo. En las buenas noches del 30 de abril, exhortaba don Bosco a hacer bien el mes de mayo. Después de haber recomendado el fiel cumplimiento de los propios deberes y la elección de alguna práctica devota en honor de María, añadió que tenía un sueño que contar; pero que no teniendo tiempo entonces por ser demasiado tarde, lo haría el domingo siguiente, 2 de mayo. 1 VESPIGNANI, 1. cit., pág. 34. (**Es11.222**))
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