Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es10.80**) sólo piensa en las cosas terrenas sin preocuparse de nada más, pronto muere a la gracia y cae una y otra vez en las garras del monstruo infernal, que da vueltas continuamente, como un león rugiente, para arrebatar las almas a Dios. Mientras que el que vive habitualmente unido a Dios en las pruebas más graves, ése permanece en su gracia, porque Dios lo defiende con la espada desenvainada, goza de su auxilio acá abajo y se asegura el premio en el Paraíso. La humildad, por tanto, es el camino del cielo. Donde hay humildad, dice San Agustín, hay grandeza, porque el humilde está unido a Dios. Y la humildad no consiste en aparecer mezquinos en el vestir, en el hablar, en el obrar; sino en estar postrados con toda la mente, con todo el corazón, con toda el alma, en la presencia de Dios, conscientes de nuestra nulidad e implorando de continuo su misericordia. Don Bosco, mientras blandía la espada contra todo error y contra todo pecado, tenía un concepto tan elevado de la misericordia de Dios, que se le oyó decir que tenía la esperanza de que, incluso Voltaire, hubiese obtenido el perdón en el último instante de su vida... íTan horrible le parecía el estado de quien muere en desgracia de Dios! 12. <>. La relación de este sueño es de don Joaquín Berto y lo ofrecemos tal y como se encuentra en el Proceso Informativo. El martes, 17 de noviembre de 1874, después de las oraciones, el Siervo de Dios nos anunció que al día siguiente serían las confesiones para el ejercicio de la buena muerte que harían los estudiantes el jueves próximo. Nos exhortó, según costumbre, a hacerlo bien, diciendo: ((**It10.78**)) -No soy profeta, ni quiero serlo, pero podría deciros que uno de nosotros, aquí presente, no digo quién, no volverá a hacer este piadoso ejercicio. Al bajar de la cátedra, como sucedió en otras ocasiones en las que hizo idénticas predicciones, fue rodeado inmediatamente por los muchachos, ansiosos de saber particularmente del Siervo de Dios si les tocaba en aquella ocasión a ellos la suerte de morir. Fueron suficientes aquellas pocas palabras para que al día siguiente, mañana y noche, y el jueves por la mañana, se viese rodeado su confesonario de una turba de jovencitos, deseosos de hacer con él la confesión general, como supe de labios de los mismos muchachos.(**Es10.80**))
<Anterior: 10. 79><Siguiente: 10. 81>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com