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((**Es10.782**) Pocos días más tarde el Padre Santo remitía a la Sagrada Congregación la exposición de monseñor Gastaldi; monseñor Vitelleschi, después de leer los dos memoriales, el del Arzobispo y el de don Bosco, tomó algunos apuntes para la discusión que de ellos haría la Sagrada Congregación, comenzando con la observación: <<íqué casualidad! Cinco casos por una parte y cinco también por la otra>> 1. Al corriente de estos desacuerdos, o mejor, de estas arbitrariedades, estaba también el bonísimo cardenal Berardi, el cual aseguraba a don Bosco a fines de octubre que había sugerido, a quienes era razón hacerlo, la manera de acabar con semejantes desagradables hostilidades. Muy apreciado don Bosco: Mi estancia de casi tres meses en Ceccano por motivos de salud, que, gracias a Dios, he recobrado bastante, me hizo perder la ocasión de conocer al Profesor que usted me envió y de recibir lo que me había remitido. Siento de veras este percance, pero confío que se presentarán nuevas coyunturas para poder suplir lo uno y lo otro. Si por un lado me alegra inmensamente el saber que su benemérita Congregación marcha muy bien en todos los aspectos, me aflige, por otro, enterarme de que hay quien le hace una guerra sorda. Es más, confidencialmente y con toda reserva, le comunico que estoy enterado de que el Prelado de quien me habla, escribe muy a menudo para atacarle, ora con un pretexto, ora con otro, y que se queja principalmente asegurando que usted va sustrayendo jóvenes de su Seminario y de su jurisdicción con grave daño para la Archidiócesis. Ya he sugerido a quien se debía, la manera que, a mi juicio, habría que emplear para poner término a esas desagradables hostilidades y hago votos para que el Señor se digne bendecir el procedimiento que indico, de suerte que se consiga con él el intento deseado. ((**It10.860**)) También yo veo que, humanamente hablando, no hay nada en el mundo que nos consuele y que todo nos lleva a pronosticar que tendremos que ir de mal en peor. Mas, a pesar de ello, alimento la confianza de que el Todopoderoso, movido por las oraciones de tantas almas buenas, quiera al fin consolarnos concediendo un triunfo completo a la Iglesia, a la Religión y a la Santa Sede. Le agradezco de corazón las oraciones especiales, que por su orden hacen por mí, y le agradeceré mucho que las continúen. En cuanto vuelva mi hermano a Roma, cumpliré de buen grado su gentil encargo, y anticipándole entretanto las debidas gracias en su nombre, deseo del Dador de todo bien las más escogidas y abundantes bendiciones del cielo para usted y para su Congregación. Con el más distinguido aprecio, tengo el gusto de profesarme Roma, a 26 de octubre de 1874. Su atento y seguro servidor Cardenal BERARDI 1 Véase, Apéndice n.° X, 5. (**Es10.782**))
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