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((**Es10.783**) Un mes más tarde enviaba don Bosco a su gran amigo, junto con una breve exposición de las dificultades que encontraba, todo un memorial sobre la causa de los disgustos con el señor Arzobispo, para ponerle exactamente al corriente del estado de la disensión. Eminencia Reverendísima: Con suma gratitud he recibido la carta que V. E. Rvma. se ha dignado enviarme y se la agradezco de todo corazón, especialmente por las cosas que menciona. Y para que S. E. pueda formarse idea exacta en torno al miedo de que yo quiera sustraer sacerdotes o clérigos de la jurisdicción del Ordinario, creo oportunas algunas aclaraciones. Ante todo, siempre me he atenido a las disposiciones de Benedicto XIV y a las decisiones de la autorizada Congregación de Obispos y Regulares en cuanto a la aceptación de novicios. Pero el Arzobispo quiso una declaración absoluta, en la que yo le asegurase que no recibiría a ningún clérigo suyo en nuestra Congregación, porque, de lo contrario, no admitiría ya a ninguno de los nuestros a las ordenaciones sagradas. Pro bono pacis condescendí, añadiendo: salvas las prescripciones de la Iglesia encaminadas a tutelar la libertad de las vocaciones religiosas. Le desagradó esta condición y las cosas siguieron como antes. Muchos de nuestros alumnos van al Seminario; pero algunos no pueden amoldarse al genio del joven Rector y, a pesar de sus muchos méritos, son expulsados y dados de baja como clérigos diocesanos. Estos pobrecitos vuelven a nuestra casa para seguir estudios o aprender un oficio con que poder a su tiempo ganarse de algún modo el pan. ((**It10.861**)) El Ordinario no quiere de ninguna de las maneras e se atienda a éstos. Me parece una crueldad abandonar en plena calle a un joven, al que se prodigaron tantos cuidados. Hoy he recogido a uno de ellos. Antes de salir del Seminario se presentó a la Curia Eclesiástica suplicando que le dieran su certificado. Se lo extendieron, pero quiso el Arzobispo que fuera a recogerlo de sus propias manos. Preguntado el pobre clérigo adónde quería ir, eludió la respuesta hasta donde pudo. -Si no me lo dices, no te lo doy. -Si es así, añadió el pobre clérigo, le diré que voy con don Bosco. -Si vas allá, no te lo daré nunca, concluyó el otro. Vete adonde quieras, pero no con don Bosco. Lo mismo dijo a otros, y a algunos sacerdotes que también fueron educados en esta casa. Aseguro a V. E. que seguimos rezando por la conservación de su preciosa salud. Y rogándole perdone mi escritura, me encomiendo, junto con los de esta casa, a la caridad de sus santas oraciones y me profeso con la más profunda gratitud, De V. E. Rvma. Turín, 7 de noviembre de 1874. Su atento y seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. P. D.-Remito el memorial adjunto para el empleo que crea más oportuno, entregándolo a monseñor Vitelleschi o al cardenal Bizzarri, o también destruyéndolo, si así le parece. (**Es10.783**))
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