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((**Es10.1014**) puesto distinguido la moralidad; y la santidad de costumbres resplandecerá como antorcha ardiente en todas las casas que dependen de nosotros>>. íSobran comentarios!... íNullum par elogium! (íElogio sin par!). A mis Hijos Salesianos de la casa de (... Turín) Mientras estoy tratando asuntos de nuestra Congregación en esta Ciudad eterna, ciudad consagrada con la sangre de los dos príncipes de los apóstoles, Pedro y Pablo, después de haber rezado en la santa misa, invocado las luces del Espíritu Santo y pedido una bendición especial al Supremo Jerarca de la Iglesia, os escribo sobre uno de los temas más importantes: la manera de promover y guardar la moralidad entre los jovencitos, que la divina Providencia se complace en confiarnos. Para no tratar esta materia demasiado brevemente, creo oportuno dividirla en dos partes: 1.¦ necesidad de la moralidad en los socios salesianos, 2.¦ medios para difundirla y mantenerla en nuestros alumnos. Se puede, por lo tanto, establecer como principio invariable que la moralidad de los alumnos depende de los que los instruyen, los asisten y los dirigen. Nadie da lo que no tiene, reza el proverbio. De un saco vacío no se puede sacar trigo, y una botella llena de posos no puede guardar buen vino, por tanto, antes de ponernos a maestros de otros, es indispensable que poseamos lo que queremos enseñar a los demás. Son muy claras las palabras del Divino Maestro: <((**It10.1105**)) común que está en los Cielos>>. Dice san Jerónimo que sería un mal médico aquél que pretendiera curar a los demás y no fuera capaz de curarse a sí mismo. Se le dirían ciertamente las palabras del Envangelio: Medice, cura teipsum. Así pues, si queremos promover la moralidad y la virtud en nuestros alumnos, hemos de poseerla y practicarla nosotros y hacer que brille en nuestras obras y palabras, sin nunca pretender que nuestros dependientes ejerzan una virtud, que nosotros descuidamos. En efecto, >>cómo podremos pretender que los alumnos sean ejemplares y religiosos, si ven que nosotros somos negligentes para ir a la iglesia, para levantarnos de la cama, para hacer meditación, para recibir los sacramentos de la confesión y comunión o celebrar la santa misa? >>Cómo puede exigir obediencia aquel director, aquel maestro, aquel asistente, que por fútiles pretextos se rajan de sus obligaciones, y salen de casa las más de las veces sin permiso, y se ocupan en cosas que no tienen nada que ver con sus deberes? >>Cómo podrá obtener de otros caridad, paciencia, respeto, el que manda con furia a todos, pega, censura las disposiciones de los Superiores, critica los horarios e incluso el trato que se da en las comidas y a los que cuidan de esto? Ciertamente estamos de acuerdo en decir a éstos: Medice, cura teipsum. No hace mucho tiempo que un jovencito, reprendido porque leía un libro malo, contestó con toda sencillez: -No creía obrar mal leyendo un libro que vi leer a mi maestro. En cierta ocasión se preguntó a otro por qué había escrito una carta en la que censuraba la marcha de la casa y contestó que sólo había escrito las palabras que había oído decir más de una vez a su asistente. (**Es10.1014**))
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