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((**Es1.404**) >>Observaba la frecuencia de los sacramentos, prescrita a todos en el seminario, y la promovía con diligencia; aprovechaba las ocasiones en que iban confesores, lo cual ocurría todos los sábados y las vísperas de las fiestas principales. >>Además de las prácticas religiosas comunes a todos, que él cumplía con gran fervor, pude darme cuenta, por sus palabras y por sus actos, de que era devotísimo de Jesús Sacramentado y de la Santísima Virgen, a los cuales consagraba con afectos de amor y gratitud el tiempo que tenía sobrante. Así le vi muchas veces, en tiempo de recreo, y sobre todo en los días de vacación, apartarse de buena manera de los compañeros, e ir a la iglesia donde se entretenía en suaves coloquios con Jesús Sacramentado y con su piadosísima Madre. >>Su deseo de perfección le movió a concertar con un piadoso compañero de su confianza que se fijara minuciosamente cómo cumplía sus deberes y le corrigiera, sin reparo, de cualquier defecto que observara. >>Respecto a su piedad baste decir que, al fin del curso, obtuvo de los superiores, por la ejemplaridad de su conducta, un egregie, honor singular y que rara vez se concede en dicho seminario. >>Además, otra virtud en la que se distinguía señaladamente, era su modestia, tan especial y tan perfecta, que yo no sabría expresarla sino ((**It1.508**)) llamándola modestia más celestial que humana. Mas, no por esto se veía en él ni sombra de extravagancia, antes al contrario gran cordialidad y sinceridad, gracias a lo cual era, por un lado, la alegría de los superiores, y, por otro, atraía la admiración de los mismos seminaristas; en cuanto a mí confieso que, atraído por su modesto trato, por el candor de su conversación, reflejo de la sinceridad y pureza de su alma, me sentía movido a acercarme a él, a entretenerme con él, a pesar de la gran distancia que había entre los dos por los estudios y por la edad, pues yo entonces estaba a punto de terminar los estudios teológicos. >>Era muy notable su modestia en los ojos en toda circunstancia, especialmente cuando salía del seminario para el paseo o para otra cosa; en la iglesia y en las procesiones podría haberse pensado que era un ángel por el sencillo y devoto mirar de sus ojos. En suma, no me parece exageración decir que en Burzio se veía la imagen de aquella modestia con todas sus manifestaciones que el Tridentino describe y recomienda vivamente a los clérigos en la conocida prescripción: Sic decet omnino clericos, etcétera. >>Era cortés y amable con todos en su trato; mas, si alguno, por sus agraciadas facciones quería hacerle algún mimo sobre la espalda (**Es1.404**))
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