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((**Es1.233**)((**It1.275**)) CAPITULO XXXI JUAN VUELVE A CHIERI Y EMPIEZA EL CURSO DE GRAMATICA LATINA -ESTIMA EN QUE LE TIENEN PROFESORES Y COMPAÑEROS -SU HUMILDAD -DA REPASO A LOS MUCHACHOS DE CHIERI -RECIBE EL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACION -EL MAGISTRADO DE LA REFORMA Y LOS EXAMENES FINALES -CLASE DOMINICAL EN MORIALDO -PRIMERA MISA DE DON JOSE CAFASSO AL llegar el mes de noviembre de 1832 volvió a Chieri a casa de la señora Lucía Matta, que de nuevo le encomendó a su hijo y le dispensó de pagar la pensión y de llevarle la comida. Para ser admitido a clase, presentó en el colegio el certificado del párroco de haber asistido a las funciones de la parroquia y haberse confesado una vez al mes, según prescribía la ley a los alumnos al empezar cada año escolástico. Aprobado con buenas notas, Juan seguro de sí mismo empezó el curso de gramática, que correspondía al tercero de gimnasio. Era un triunfo para él. El canónigo Francisco Calosso y el sacerdote y profesor teólogo Juan Bosco de Chieri, después doctor en filosofía y letras en la academia militar de Turín y profesor de sagrada elocuencia en la universidad real, hablaron varias veces con monseñor Juan Cagliero y con otros de su maravillosa aplicación, dado que, apenas comenzó el estudio ((**It1.276**)) de latín, hizo en un solo año tres cursos con gran éxito. Fue su profesor de gramática el padre Domingo Giusiana, de la Orden de Predicadores, al que Juan profesaba gran afecto y era por él correspondido con singular ternura. Bien lo merecía el buen discípulo. El doctor Carlos Allora, de Castelnuovo de Asti, su compañero de clase en Chieri, recordaba en 1888 con viva complacencia cómo Juan no hacía en aquellos años la menor ostentación de sus cualidades, no mostraba en su aspecto ni sombra de afectación o ambición y se traslucía de su persona un no se qué de extraordinario y sobrenatural: en la escuela era como el vigilante de todos los compañeros, y, aunque sin cargo oficial alguno, era considerado como superior porque todos acataban lo que él decía. íYa entonces era un santo!, exclamaba entusiasmado, recordando la juventud de (**Es1.233**))
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