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((**Es1.232**) le preguntó a qué volvía; y al oír que ya había aprendido la lección, no quiso desde luego creerle y trataba de decirle adiós, pero como Juan insistiese respetuosamente, le permitió que recitara las largas páginas, lo que hizo Juan desenvueltamente y sin equivocarse en un solo período. Don Dassano, maravillosamente sorprendido, fijó en él un instante su mirada: -Pues bien, le dijo, te daré clase, y si te gusta, cuidarás de mi caballo y me lo tendrás siempre limpio. -El coadjutor, que estaba presente, añadió: -Yo le daré la clase;íespero mucho de este muchacho! -Así las cosas, salía Juan de casa puntualmente cada mañana, asistía a la clase que le daba aquel buen sacerdote, muy instruido en literatura latina e italiana, y tenía en orden la cuadra, según se había comprometido. Tampoco aquí sabía estar ocioso un momento. Si el amo no necesita enganchar el caballo al coche, se lo llevaba él de paseo; y cuando llegaba a los caminos solitarios, fuera del pueblo, lo espoleaba a galopar, y, corriendo a su lado, saltaba a su grupa y con maravillosa agilidad poníase en pie sobre el lomo, mientras el caballo seguía su carrera. Era éste su único recreo. Lo restante del tiempo lo dedicaba al estudio, a ((**It1.274**)) los entretenimientos de los días festivos, unas veces en Susambrino, otras en I Becchi, y a las prácticas de piedad. <>. De suerte que se le pueden aplicar las palabras de los Proverbios: <> 1 1 Prov., XXII, 1. (**Es1.232**))
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