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((**Es1.215**) -dijo el profesor-; qué sucede? íDíganlo en seguida!- Y como todas las miradas se clavasen en mí, me mandó hacer la construcción gramatical del párrafo y repetir su misma explicación. Me puse de pie y, siempre con el Donato en la mano, repetí de memoria el texto, la construcción gramatical y la explicación que acababa de hacer el maestro. Los compañeros, casi ((**It1.253**)) instintivamente, aplaudieron entre gritos de admiración. Imposible explicar el furor del profesor; era la primera vez que, según él, le fallaba la disciplina. Me largó un pescozón que esquivé agachando la cabeza; después, con la mano sobre mi Donato, hizo explicar a los vecinos la razón de aquel desorden. Ellos, mientras estaba yo a punto de declarar humildemente la cosa al maestro, dijeron: -Bosco, con el Donato en las manos, ha leído y explicado todo como si tuviera delante el libro de Cornelio.- Reparó el profesor en el Donato, me hizo continuar dos períodos más, y después me dijo: -Le perdono su olvido por su feliz memoria: es usted afortunado; procure servirse bien de ella>>. Parece que, durante los cuatro cursos del gimnasio, hubo en Juan, a más del talento y la memoria, otra fuerza secreta y extraordinaria que le ayudaba. Así pensaban aquellos sus antiguos condiscípulos que nos contaron los hechos siguientes. Una noche soñó que el maestro había propuesto el trabajo de examen para los nuevos puestos y que él lo estaba realizando. Apenas se despertó, saltó de la cama y escribió el trabajo, que era un dictado de latín; después se puso a traducirlo con ayuda de un sacerdote amigo suyo. Resultó que, a la mañana siguiente, el profesor dio, en efecto, en clase, el trabajo de examen y precisamente el mismo tema que había soñado Juan; de modo que, sin servirse del diccionario ni emplear mucho tiempo, escribió en seguida su trabajo, tal y como recordaba haberlo hecho en el sueño y le había sido corregido, y acertó del todo. Preguntado por el maestro, le expuso la cosa con toda ingenuidad, causándole naturalmente una vivísima admiración. En otra ocasión, entregó Juan su escrito tan pronto, que al maestro no le parecía posible que un muchacho hubiera podido superar tantas ((**It1.254**)) dificultades gramaticales en tan poco tiempo; por eso leyó la página con la mayor atención. Extrañado al ver un trabajo tan perfectamente hecho, mandó que le presentara el borrador. Juan se lo entregó. Nueva sorpresa. El maestro había preparado el tema la tarde anterior, y como le parecía demasiado largo, había dictado solamente la mitad; en el cuaderno de Juan lo encontró todo entero, sin una sílaba más ni una menos. Qué había sucedido? No era posible que, en tal breve tiempo, lo hubiera copiado, y no cabía imaginar (**Es1.215**))
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