Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es1.214**) me invitaba a ayudarle a misa, lo que daba ocasión para hacerme algunas sugerencias. El mismo me presentó al prefecto de la escuela (padre Sibilla, dominico) y me hizo trabar conocimiento con otros profesores. Habían empezado las clases. Como los estudios hechos hasta entonces eran de todo un poco, que equivalían a casi nada, porque, si es verdad que poseía muchos conocimientos, eran desordenados e imperfectos, me aconsejaron entrar en la clase sexta, que hoy correspondería a la preparatoria para primero de gimnasio. El maestro de entonces, el teólogo Pugnetti, también de grata memoria, tuvo conmigo mucha caridad. Me ayudaba en la escuela, me invitaba a ir a su casa y, compadecido de mi edad y de mi buena voluntad, no ahorraba nada de cuanto pudiera ayudarme. >>Por mi edad y mi corpulencia parecía un pilastrón en medio de mis compañeros. Ansioso de sacarme de aquella situación, después de estar dos meses en la clase sexta y habiendo conquistado el primer puesto, fui admitido a examen y pasé a la quinta. Entré con gusto en la nueva clase, porque los condiscípulos eran algo mayores y tenía además como profesor al querido don Valimberti. Dos meses después, tras haber logrado varias veces ser el primero ((**It1.252**)) de la clase, fui admitido a otro examen por vía de excepción, y pasé a la cuarta, que corresponde al segundo de gimnasio. >>El profesor de la clase era José Cima, hombre severo en la disciplina. Cuando vio comparecer en su aula, a mitad de curso, a un alumno tan alto y corpulento como él, dijo bromeando delante de todos: -He aquí a un enorme talento o a un topo. Qué opináis? - Aturdido ante tal presentación, respondí: -Algo de las dos cosas. Un pobre muchacho que tiene buena voluntad para cumplir su deber y progresar en los estudios. -Estas palabras fueron de su agrado, y respondió con insólita afabilidad: -Si usted tiene buena voluntad, ha caído en buenas manos; no le dejaré sin trabajo. Anímese y, si alguna dificultad encuentra, dígamelo en seguida, que yo se la allanaré. -Se lo agradecí de corazón. >>Dos meses hacía que estaba en aquella clase, cuando ocurrió un pequeño incidente que dio algo que hablar sobre mí. Explicaba un día el profesor la vida de Agesilao, escrita por Cornelio Nepote. Aquel día no tenía yo mi libro, pues lo había olvidado en casa. Para disimular ante el maestro mi olvido, sostenía abierto ante mí el Donato (la gramática latina). No sabiendo a qué atender mientras escuchaba las palabras del maestro, volvía las hojas del libro de una parte a otra. Se dieron cuenta de ello los compañeros. Empezó uno a reír, siguió otro, hasta que cundió el desorden en clase: -Qué sucede? (**Es1.214**))
<Anterior: 1. 213><Siguiente: 1. 215>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com