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((**Es1.104**) que atribuirlo a unos polvos que él había venido a vender en aquel pueblo a precio sumamente módico, polvos((**It1.108**)) que poseían, además, la portentosa virtud de curar otros mil males. Para probar sus afirmaciones desenvolvía pergaminos, cartas, patentes, certificados, y hacía ondear al viento documentos sellados por todos los reyes del mundo. Afirmaba que había ido a aquel pueblo, sólo por el bien de la humanidad doliente y, en consecuencia, hacía saber o todos los que tubieran necesidad de curarse el dolor de muelas, o de sacarse muelas cariadas, se le acercasen, que él les curaría sin el más mínimo dolor. Cuando acabó su grandilocuente perorata, durante la cual había lanzado, de vez en cuando, miradas nada benévolas, sino más bien sospechosas a Juan, hizo tocar las trompetas unos instantes, mientras se enjuagaba el sudor. Al terminar la música, presentóse un campesino, rogando le arrancara una muela que le producía dolores tremendos. El farsante hizo subir al paciente hasta el pescante del coche., y le invitó a sentarse, reprimiendo un acto de impaciencia que se leía claramente en las arrugas de su frente. El aldeano, confundido al verse colocado frente al público, preguntó al charlatán: -Cuánto tengo que pagarle? -íQué poca consideración!, respondió el charlatán. Yo no trabajo por dinero. No hay dinero suficiente para pagar mi habilidad. Si quiere hacerme algún regalo después de la operación, me dignaré aceptarlo por darle a usted gusto. - Y... de veras que no me hará daño? - El mismo que si no le tocase; abra la boca.- Y el paciente abrió la boca que parecía un horno. -Cuál es la muela que le duele? -íEsta!, - replicó el campesino; y le indicó con el dedo una muela. Entonces el charlatán se dirigió a la multitud de espectadores y enalteció el milagro de su habilidad que todos ((**It1.109**))iban a contemplar. el campesino insistió: -íPero no me haga daño, eh! -íEsté tranquilo; ya verá lo que soy capaz de hacer! Mientras tanto, Juan, subido a una rueda del carro, observaba la escena con los ojos bien abiertos, una burlona sonrisa en los labios y casi reteniendo la respiración. El sacamuelas, que no le perdía de vista, meneó la cabeza. Era un observador inoportuno para un hombre, que manifestaba en su cara la contrariedad que le producía algo inesperado. Tal vez aguardaba a alguno previamente convenido con él para hacer el juego, y en cambio se había adelantado aquel patán. Casualidad o combinación, el hecho es que un forastero, momentos (**Es1.104**))
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