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((**Es1.103**) de cierto saltimbanqui para sacar muelas, arte en el que se demostraba gran experto; y con su diligencia había llegado a conocer el modo de manejar la llave inglesa, la conformación de la muela encajada en la encía, y el movimiento de la mano para arrancarla de un solo tirón. La asiduidad de Juan a tales espestaculos en las ferias, su atención, las observaciones que hacía , ciertas preguntas, habían despertado sospechas y desconfianzas en los charlatanes de costumbre, los cuales se mostraban molestos con su presencia, pues ya le conocían como uno que trataba de robarles su oficio. Más de una vez se dieron cuenta de que había descubierto el truco. Y esto les fastidiaba no poco. Consiguientemente, buscaban cualquier medio para distraer hábilmente su atención, volviéndole la espalda o colocando en medio alguna persona, de modo que no pudiera ver la mesa. Pero ((**It1.107**)) Juan se cambiaba de sitio y se colocaba siempre frante a ellos, así que resultaban inútiles todas sus precauciones. Entre las varias anécdotas que le ocurrieron por aquellos tiempos, no quiero dejar de contar la siguiente, que él mismo narraba después a sus muchachos para entretenerlos. Son para nosotros recuerdos tan gratos que, casi nos parece oír todavía su voz bondadosa, que en nuestra juventud nos hizo pasar muchas horas felices de expansión. De sus labios fluían continuamente las ocurrencias y las narraciones amenas. Esta jovialidad marcó el carácter de toda su vida, aún en medio de las preocupaciones más difíciles y de los más graves disgustos. Pues bien, había llegado a la plaza del pueblo vecino uno de esos charlatanes ambulantes, con su música y su bombo. Abriéndose paso entre la multitud, Juan se acercó hasta colocarse junto al carro. El charlatán, que ya le conocía, quería alejarse de allí, pero no hubo manera. -La plaza es pública;- decía Juan. Desde lo alto del carro empezó el charlatan a referir sus patrañas: que había estado con el Gran Mogol, que había recorrido toda China, que era amigo de los príncipes de Persia, que había curado milagrosamente al gran Kan de Tartaria, al Micado de Japón, etc.,etc.,etc. Seguía diciendo que, por el bien de la humanidad, había realizado profundos estudios acerca de las hierbas a la luz de la luna, y había descubierto secretos de la naturaleza, tan beneficiosos que asombrarían al mismo Salomón si aún viviese en este mundo. Y aumentando la voz, anunciaba urbi et orbi que había encontrado un medio milagroso para sacar las muelas de su auditorio, con una espada, con un martillo, o con los dedos, sin que el paciente sufriera ningún dolor. decía que esto había (**Es1.103**))
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