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((**Es9.835**) Diré algo de su última enfermedad. Estaba tan maduro para el cielo, que no sabía hablar más que del desprendimiento del mundo, del amor de Dios, de las bellezas del Paraíso, de la caducidad de la vida y de cosas semejantes que revelaban su corazón lleno ya de Dios. Cayó enfermo el 26 de octubre de 1870 con una ligera fiebre acompañada de gran cansancio. Guardó cama, pero siempre con el rostro alegre y el espíritu sereno. Repetía continuamente a los presentes: -Mi enfermedad durará pocos dias; o curo, o el Señor me lleva consigo. Como era fiel a las órdenes del médico, y las medicinas surtían poco efecto, se dio cuenta de que tenía poco que esperar de su salud. En consecuencia puso todos sus pensamientos en el alma. Llamó a una persona de su confianza y le pidió que se dirigiera al Oratorio de San Francisco de Sales para recomendarlo a las oraciones de los jóvenes allí internados y señaladamente al querido Director, rogando a éste, al mismo tiempo, que fuera a verle para oír su última confesión. Esto sucedió el 29 de octubre, y desde entonces quedó saciado su deseo. Desde aquel día quiso arreglar todas sus cosas como quien debe partir para un lejano país. El mal se agravó cada vez más, pero él, resignado a la divina voluntad, no dejó escapar una palabra de queja o impaciencia. Murió con la muerte de los justos. Mientras tanto, se verificaban las predicciones hechas por don Bosco en enero. Apenas llegó a París la noticia del desastre de Sedán, los jefes del partido republicano, excitando al pueblo a levantarse contra el gobierno napoleónico, proclamaron la república, y el 4 de Septiembre formaron un Gobierno de defensa nacional. La emperatriz Eugenia, regente, a los primeros movimientos republicanos salió de París y se retiró a Inglaterra con su único hijo, alojándose en la modesta residencia de Chislehurst. Allí se unió con ella Napoleón, a quien dejó libre el emperador Guillermo, después de siete meses de prisión. El nuevo gobierno se dispuso con ardor a proseguir la guerra y reunió en la capital de Francia trescientos mil soldados, levantó nuevas fortificaciones y, para quitar defensas al enemigo y obstáculos al disparo de los propios cañones, derribaron muchas casas de campo, en gran parte albergues ((**It9.943**)) de vicios y corrupción que estaban fuera de las murallas. Los incendios de los comuneros en otros lugares llegaron a la ciudad. Y se cumplían las palabras de don Bosco: <> Los prusianos descansaron durante dos días de las fatigas de Sedán, y se apresuraron a asediar París con doscientos cincuenta mil soldados y novecientos cuatro cañones. Comenzado el asedio, ejércitos prusianos, con más de doscientos mil hombres, tomaban el 20 de septiembre la ciudad de Estrasburgo, tras larga y sangrienta resistencia, (**Es9.835**))
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