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((**Es9.698**) vestíbulo y el altar, invocando la suspensión de los flagelos? >>Por qué no tomáis el escudo de la fe y no subís a los tejados, y en las casas, en las calles, en las plazas, incluso en los lugares inaccesibles, no desparramáis la semilla de mi palabra? >>Ignoráis que ésta es la terrible espada de dos filos que abate a mis enemigos y que deshace la ira de Dios y de los hombres? >>Estas cosas tendrán que suceder inexorablemente, una después de otra. >>Las cosas proceden demasiado lentamente. >>Pero la Augusta Reina del Cielo está presente. ((**It9.783**)) >>El poder de Dios está en sus manos; disipa como la niebla a sus enemigos. Reviste al Venerando Anciano de todos sus antiguos hábitos. >>Se producirá además un violento huracán. >>La iniquidad se ha consumado, el pecado tendrá fin y, antes de que transcurran dos plenilunios del mes de las flores, el iris de la paz aparecerá sobre la tierra. >>El gran Ministro verá a la esposa de su Rey vestida de fiesta. >>En todo el mundo aparecerá un sol, tan luminoso, como jamás existió desde las llamas del Cenáculo hasta hoy, ni se volverá a ver hasta el fin de los días>>. Don Bosco hizo sacar una copia de este escrito a don Julio Barberis, y fue la que se llevó consigo a Roma. Hizo hacer otra copia, algunas semanas después, a don Joaquín Berto, el cual dejó consignado en su cuaderno de recuerdos: <>. La Civiltá Cattolica, año XXIII, volumen VI, serie octava, año 1872, en las páginas 299 y 303, hace referencia a este vaticinio y trascribe algunos párrafos del texto del mismo, haciéndolos preceder de estas autorizadas palabras: <>Ignoramos su procedencia. Pero podemos dar fe de que lo hemos tenido en nuestras manos, antes de que París fuese bombardeada por (**Es9.698**))
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