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((**Es9.689**) así los Obispos, cargados de años, se dirigieron a la Ciudad eterna. Que Dios les consuele, les conforte en sus empresas y les bendiga en sus santos anhelos. Quisiera tener quince años menos y, también yo iría a Roma, para unirme a los supremos pastores del pueblo cristiano e implorar de Dios la salud temporal y espiritual. Mas, como no puedo ir con el cuerpo, iré sin duda con el espíritu y rogaré mucho y haré rogar a fin de que todo sea para la mayor gloria de Dios, el triunfo de la Iglesia y la salvación de las almas. Entre tanto, nosotros pobres enfermos, que vivimos en este gran hospital, que con soberbia se llama mundo, y que hemos caído en un gran abismo del que no podemos salir, damos gracias a Dios por tal beneficio y hacemos el firme propósito de querer tomar, aun antes de que se proponga, el remedio que nos sea impuesto. El Espíritu Santo es quien lo inspirará y de su mente no podrá salir más que un santo, útil y prodigioso remedio. Y así también en estos días que vivimos, veremos al mundo entero maravillarse de las grandes curaciones de la Iglesia y aplaudir con palmadas de júbilo su triunfo. Termino deseando un buen viaje a los augustos personajes que se dirigen a Roma, feliz estancia en ella y gloriosa vuelta a sus sedes. Vosotros, mis queridos lectores, rogad a Dios con el mismo fin y esperemos con seguridad ser oídos. (**Es9.689**))
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