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((**Es9.663**) a un alumno el género de vida que debía abrazar. Otras ayudaba a hacer brotar una vocación, a asegurarla y también a seguirla. En ciertas ocasiones daba un dulce a cada uno. La espera de este deseado premio ocasionaba muchas charlas entre los muchachos; días antes hacían sus cuentas sobre ello y recordaban todos, durante años enteros, la fortuna de haber comido con don Bosco. Los que no tenían esta suerte no esperaban invitaciones especiales para acercarse a don Bosco. Las alegres y conmovedoras escenas por nosotros descritas ampliamente en otro lugar, que desde 1850 habían alegrado los distintos refectorios donde don Bosco solía comer, continuaron también este año de 1869. Apenas salían los salesianos del comedor, una turba de muchachos irrumpía corriendo a donde estaba don Bosco y ocupaban todos los sitios, de modo que había que levantar a toda prisa los manteles de las mesas. Esto acontecía especialmente después de la cena. Pero no pasó mucho tiempo sin que los jóvenes tuvieran que contentarse con ver a su amado don Bosco solamente en el patio. Las visitas, que recibía en el mismo refectorio, y los comensales invitados que con frecuencia llegaban, acabaron por romper aquellas gratas y familiares demostraciones de afecto. íCuántos recuerdos! Continuaron, no obstante, las invitaciones a comer para los alumnos mejores, hasta el fin de la vida del Siervo de Dios, y aún se conservan los nombres de muchos que tuvieron este premio. (**Es9.663**))
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