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((**Es9.623**) II POBREZA Para la mayor parte de los hombres, las riquezas se convierten en espinas por las angustias y fatigas que requiere su adquisición y conservación. Son lazos por las injusticias que hacen cometer, por la avaricia, por la dureza de corazón con el prójimo; son un yugo que mantiene al alma curvada hacia la tierra, le impide aspirar a las cosas del cielo y no le deja para sí más que el barro. La pobreza honesta no tiene preocupaciones que la turben, no tiene remordimientos que la angustien, está al seguro de muchas tentaciones del demonio, es madre de todas las virtudes, aspira al cielo y confía en el amor del Señor que ha dicho: -No podéis servir a Dios y a las riquezas. Pero no os angustiéis diciendo: qué vamos a comer, qué vamos a beber o con qué nos vamos a vestir... Vuestro Padre celestial ya sabe que necesitáis todo eso. Buscad primero su reino y su justicia y todas esas cosas se os darán por añadidura. Así que no os preocupéis del mañana (Mat. VI-31, 34). La grandeza del valor de la pobreza la mostró el Divino Salvador con su ejemplo: Paupertas non inveniebatur in coelis, in terris abundabat; et nesciebat homo pretium ejus. Hanc itaque Dei Filius concupiscens, descendit ut eam eligat sibi, et nobis faciat pretiosam. (No existía la pobreza en el cielo, abundaba en la tierra y el hombre no conocía su valor. Como el Hijo de Dios la deseaba, descendió, la eligió para sí mismo y la hizo preciosa para nosotros) (San Bernardo). ((**It9.699**)) Jesucristo nació, vivió, habitó, se alimentó y murió pobre; in laboribus a juventute sua (en el trabajo desde su juventud). Y esta santa pobreza era tema continuo de la doctrina que predicaba. Anunciaba a las multitudes la necesidad de despegar el corazón de las cosas de la tierra y se la imponía a los que invitaba a ser sus apóstoles; y a los que le pedían que les aceptara como discípulos para ir en su compañía, les exigía que renunciaran a cuanto poseían, hasta a sus familias. Se presentó cierto día a Jesús un joven que, arrodillándose, le preguntó: -Maestro bueno, >>qué tengo que hacer para alcanzar la vida eterna? Y Jesús le respondió: -Ya sabes los mandamientos: guárdalos. -Maestro, los he guardado desde mi juventud. Ante tal respuesta, Jesús le dio muestras de gran afecto y le dijo: -Sólo te falta una cosa, si quieres ser perfecto: ve, vende cuanto tienes, dalo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; ven y sígueme. A estas palabras se entristeció el joven y se marchó desconsolado; porque tenía muchas posesiones. Y Jesús, mirando a su alrededor, dijo a sus discípulos: -íQué difícil es que los ricos entren en el reino de Dios! Y añadió, al verlos estupefactos por sus palabras: -íQué difícil es que entren en el Reino de los cielos los que ponen su confianza en las riquezas! (Marc. X y sig.). Es más fácil que un camello pase por el ojo de la aguja, que el que un rico entre en el Reino de Dios. Oído esto, los discípulos quedaron sorprendidos y decíanse los unos a los otros: -Pues, >>quién se podrá salvar? Jesús, mirándolos fijamente, les dijo: -Para los hombres es imposible, mas no para Dios, porque todo es posible para Dios. (**Es9.623**))
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