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((**Es9.581**) Auxiliadora con mucha asistencia de forasteros. La Unidad Católica escribía el 26 de mayo: Se celebró por segunda vez entre nosotros la apreciada fiesta, con más pompa y magnificencia que el año pasado. Es increíble la concurrencia de fieles a la nueva iglesia, a pesar del tiempo lluvioso. Las comuniones llegaron a varios millares. Pontificó en las segundas Vísperas monseñor Gastaldi, obispo de Saluzzo, e impartió la bendición con el Santísimo, el Arzobispo de Turín. El canónigo Nasi habló al inmenso auditorio del poder y de la bondad de María y habló más con el corazón que con las palabras, como habla un hijo amante de la más grande y afectuosa de las madres. Cuatrocientas voces cantaron el Sancta María, succurre miseris y la antífona, con música sabiamente compuesta por el sacerdote Cagliero, resultaba mucho más sublime que nunca en los tiempos actuales. Era un pueblo de cantores que atraía la intervención maternal de la poderosa Virgen María en favor de la Iglesia y del Clero: interveni pro clero. Fue un verdadero triunfo de María que en tiempos tan tristes se haya podido celebrar la fiesta con tanta tranquilidad y devoción. La Virgen seguía dando más pruebas de su bondad en aquel tiempo. Un médico, muy apreciado en el ejercicio de su profesión, se presentó un día en el Oratorio y pidió hablar con don Bosco. Cuando estuvo ante él, tras las primeras palabras, prorrumpió: -Dicen que usted cura todas las enfermedades: >>es verdad? ->>Yo? De ninguna manera, exclamó el Venerable. -Pues me lo han asegurado. Y hasta me han dicho las personas y la clase de enfermedades. -Verá usted. Muchos vienen aquí a pedir gracias por intercesión de María Auxiliadora. Si después de un triduo o una novena, obtienen cuanto desean y ((**It9.651**)) curan, no soy yo; sólo es un favor de la Santísima Virgen. -Pues bien, que María me cure a mí y creeré en esos milagros. ->>Cuál es su enfermedad? Contó el médico que padecía de epilepsia y que, especialmente desde un año a aquella parte, se habían hecho los ataques tan violentos que no podía salir a la calle sin ir acompañado, por miedo a un accidente. Terminó diciendo que ningún remedio le había ayudado, y que en la desesperación había ido al santuario de María Auxiliadora en busca de salud como muchos otros. -Entonces, haga como los demás; arrodíllese para rezar conmigo alguna oración, dispóngase a purificar y alimentar su alma con la confesión y comunión, si quiere que la Virgen le consuele. -Mándeme otra cosa, porque eso no lo puedo hacer. ->>Por qué? (**Es9.581**))
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