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((**Es9.535**) todo lo que quieras, que no te temo. >>Ves? Con esta agua te voy a dar un buen baño. El monstruo siempre agazapado me miraba; después comenzó a hacer contorsiones con el cuerpo de tal forma, que las patas de atrás le llegaban a tocar los hombros por delante. Y de nuevo quería arrojarse sobre mí. Al mirarlo detenidamente vi que tenía en la mano varios lazos. -íVamos! Dime: >>qué haces aquí? Y al decir esto, levanté el hisopo. Hizo él unas contorsiones y quería huir. -No te escaparás, continué diciendo; te ordeno que te quedes aquí. Lanzó una serie de gruñidos y me dijo: -íMira! Y me enseñó los lazos. -Dime qué son esos tres lazos, añadí; >>qué significan? ->>No lo sabes? Desde aquí, me dijo, con estos tres lazos obligo a los jóvenes a que se confiesen mal: de esta manera llevo conmigo a la perdición a la décima parte del género humano. ->>Cómo? >>De qué manera? -íOh! No te lo diré porque tú se lo descubrirás. ((**It9.595**)) -íVamos! Quiero saber qué significan estos tres lazos. íHabla! De lo contrario te echaré encima el agua bendita. -Por favor, envíame al infierno pero no me eches esa agua. -En nombre de Jesucristo, pues. El monstruo, contorsionándose espantosamente, respondió: -El primer modo con que aprieto este lazo es haciendo callar a los jóvenes los pecados en la confesión. ->>Y el segundo? -El segundo, incitándoles a que se confiesen sin dolor. ->>Y el tercero: -El tercero no te lo quiero decir. ->>Cómo? >>Que no me lo quieres decir? Entonces te rociaré con agua bendita. -No; no hablaré; y comenzó a gritar desaforadamente: >>Es que no te basta? íYa he dicho demasiado! Y tornó a enfurecerse. -Quiero que me lo digas para comunicárselo a los Directores. Y repitiendo la amenaza levanté el brazo. Entonces comenzó a despedir llamas por sus ojos, después unas gotas de sangre y dijo: -El tercero es no hacer propósito firme y no seguir los consejos del confesor. -íBestia horrible!, grité por segunda vez. Y mientras quería preguntarle otras cosas e intimarle a que me descubriese la manera de remediar un mal tan grande y hacer vanas sus artimañas, todos los otros horribles gatazos, que hasta entonces habían procurado pasar desapercibidos, comenzaron a producir un sordo murmullo, después prorrumpieron en lamentos y gritos contra el que había hablado provocando una sublevación general. Yo, al contemplar aquella revuelta, y convencido de que no sacaría ya ventaja alguna de aquellos animales, levanté el hisopo y arrojando el agua bendita sobre el gatazo que había hablado, le dije: -íAhora, vete! Y desapareció. Después eché agua bendita por todas partes. Entonces, haciendo un grandísimo (**Es9.535**))
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