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((**Es9.444**) visitar a los presos y enfermos, guiar a los niños por el camino de la salvación y otras obras de caridad similares. 2.° Se obliga a pagar los impuestos de toda clase, a hacer a su costa las reparaciones ordinarias en la iglesia y en los edificios anejos, a cuidar la limpieza del templo, proveer y reparar los ornamentos, bancos, sillas, candeleros, cera, vino y todo lo necesario para el culto divino. 3.° Proporciona seis personas, por lo menos, para la administración del instituto, de la iglesia y de los edificios; lo mismo para lo referente a los inquilinos, que para la conservación de los edificios; dos de ellas serán sacerdotes, uno como Rector y el otro como Vicerrector, más un sacristán y dos clérigos para ayudar a las funciones sagradas en los días ordinarios y sobre todo en los festivos. ((**It9.487**)) 4.° Se celebrarán todos los días dos misas al menos, con obligación de atender a las confesiones, visitar a los enfermos y, si lo autorizaran, también a los presos. 5.° En los días festivos se explicará el evangelio a los adultos, se enseñará el catecismo a los niños más abandonados, y se impartirá la bendición con el Santísimo Sacramento. 6.° Cumplirá los legados piadosos anejos de misas rezadas o cantadas, triduos, novenas, cuarenta horas y demás solemnidades que se presentan a lo largo del año. Parece que por entonces no se habló de los derechos que tocaban a la Casa Real. Don Bosco se quedó en Florencia una semana, yendo de uno a otro Ministerio, sosteniendo conversaciones particulares con algún Ministro y con personajes de alta jerarquía. Doquiera se presentaba, era bien recibido y se ganó con su comportamiento que le calificaran de: Cortesía y afabilidad personificadas. En sus conversaciones privadas con los Jefes del Gobierno se lamentó de que en 1867 se hubieran roto las gestiones para el nombramiento de Obispos, por lo que en el Piamonte se hallaban todavía vacantes las sedes de Acqui, Fossano y Susa. Oído con deferencia, delineó entonces las bases de un acuerdo que, según él, podía tener éxito, pero siempre, repetía, y en todo con el Papa. Tuvo por esto una viva controversia, la cual por el momento no importó nada, pero al fin se puso sobre el tapete. Ya veremos cómo se las arregló para resolverla. Al mismo tiempo procuró defender la causa de los seminaristas, a quienes se les quería quitar toda exención del servicio militar, exención de la que todavía gozaban en número reducidísimo varias diócesis. En realidad el Ministro de la guerra, Bertolé Viale, que quería ganarse a los partidarios de Mazzini, había presentado al Parlamento el 18 de noviembre de 1868 un proyecto de ley para abolir tal inmunidad y quitar así a la Iglesia todo medio para abastecerse de jóvenes eclesiásticos con quienes sustituir a los que morían. (**Es9.444**))
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