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((**Es9.429**) A últimos de septiembre y primeros de octubre las copiosas lluvias, caídas en los Alpes, ocasionaron graves daños en Saboya, Suiza y el norte de Italia. Las inundaciones arrollaron innumerables haciendas campesinas con sus mercancías ya cosechadas y almacenadas, y gran número de rebaños. Quedaron asoladas grandes extensiones de tierra fértil, cubiertas de arena y piedras, y en muchos lugares reducidas a dilatadas lagunas. Los daños de Italia subieron, según los cálculos, a casi trescientos millones. Aumentaban las angustias con la nueva ley de contribuciones, firmada por el Rey, el 7 de julio, sobre la molienda por cada quintal de trigo, maíz, centeno, avena, legumbres secas y castañas. El cliente debía pagar en manos del molinero, convertido en recaudador, antes de la exportación de las harinas: y prohibía la ley, bajo multa, toda suerte de molino a mano, en casa de los particulares. De aquí el alza de precio de los víveres, y el aumento del hambre de los pobres que no podían llevarse a la boca ni siquiera una pizca de cualquier clase de harina, sin tener que pagar el diezmo al Gobierno, que esperaba sacar de ello hasta sesenta millones. Hubo por toda Italia tumultos que fueron sofocados por las tropas y con las cárceles. Añádase que aumentaron la penuria de aquellos años las nuevas inundaciones del Po y del Ticino, el cólera, que mantenía lejos a los forasteros ricos e impedía el comercio en los puertos de mar, la erupción del Etna, los huracanes, los terremotos, las quiebras bancarias; el terremono de Liguria en 1884, y el de Calabria en 1888. Y encima cayeron aquel año abundantes nevadas que produjeron muchísimos daños en el norte de Italia. De esta triste penuria de pan, anunciada por don Bosco a los muchachos, él no había hecho una descripción detallada en el sueño. Habló, en cambio, de las estrecheces en que se iban a encontrar sus familias y también el Oratorio. Aquí, en efecto, a causa de la merma de la beneficencia, a causa de las desgracias públicas, ((**It9.471**)) por los enormes impuestos aumentados, y especialmente por la tasa de la molienda, verdaderamente había que vivir angustiosamente. Lo que dijo haber visto en el sueño evidentemente no se refería solamente a Italia. Su mirada alcanzaba mucho más lejos. << Veremos, dijo, una multitud incontable de gente pálida, triste, demacrada, consumida, con ropas andrajosas... que gritando: íhambre, hambre! buscaban pan con qué comer y no lo hallaban; querían apagar la sed que abrasaba susfauces y no encontraban agua>>. Ahora bien, si tomamos el Correo de Argelia de 1868, leeremos las siguientes noticias. Toda Argelia, debido a las inclemencias del (**Es9.429**))
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