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((**Es9.411**) con los sublimes acentos de los ángeles, situados alrededor de la cúpula>>. Aquel mismo día escribía don Bosco a la condesa Callori: Benemérita Señora: He recibido con verdadera satisfacción sus cristianos augurios; se los agradezco de corazón. En recompensa, el último día del año celebraré la santa misa y nuestros muchachos comulgarán en el altar de María Auxiliadora, según su pía intención y señaladamente para pedir salud y perseverancia en el bien para usted, su Victoria y toda la familia. Dentro de poco debo hacer un viaje a Roma, pero antes espero poder ir a pasar un día en Casale y ya hablaremos. íEs terrible el caso de Montiglio! Esperamos que haya hallado misericordia ante el Señor. Hemos rezado y seguiremos rezando por él. Dios la bendiga, señora Condesa, y con usted a su familia y todas sus obras de caridad. Recuerdos de don Juan Cagliero; esta noche ha habido una gran fiesta y se cantaron los villancicos de ángeles y pastores. Hubo las tres misas, con la iglesia a rebosar de gente, y numerosísimas comuniones. Deo gratias! Ruegue por mi pobre alma y créame, con el mayor agradecimiento, De V.S. Turín, 25 de diciembre de 1868. Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. La carta iba dirigida a Casale con el ruego de remitirla al señor Federico. La Condesa había terminado por aquellos días su veraneo en Vignale y se había trasladado al palacio de Casale, para pasar en él una parte del invierno. ((**It9.449**)) Allí fue a visitarla don Bosco, tal y como le había prometido, y acaeció un hecho digno de notar. He aquí la relación: Era el año de 1868. Tenía yo diez años. Iba en coche descubierto con mi padre (administrador a la sazón de la Casa Callori) acompañando, de Casale a Mirabello, a un hermano que volvía al colegio. Cayó un enorme aguacero y agarré un fuerte constipado, que me dejó sorda. No es para contar la pena de mis padres al verme en aquel estado: pusieron en juego todos los medios para que recobrara perfectamente el oído. Al cabo de varios meses, gracias a los remedios que me aplicaron, pude oír, pero con los cambios de temperatura volvía siempre a mi sordera. Encontrándome yo en tal estado vino don Bosco a Casale Monferrato. Ya entonces gozaba de fama de santo. Mi madre, que, tenía la suerte de conocerlo, al saber que iría a comer con la ilustrísima señora condesa Carlota Sambuy de Callori, pidió permiso para presentarme a don Bosco en su palacio, a fin de que me (**Es9.411**))
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