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((**Es9.41**) amor a esta nuestra dulcísima Madre. A la dificultad que me han presentado de que los ángeles vencerían por no tener pasiones ni tentaciones, he respondido y demostrado que más bien nuestras pasiones y tentaciones nos pondrían en la costosa necesidad de vencer más fácilmente el desafío, porque con la ayuda de Jesús y de María, que no nos falta, las superaríamos; y que Dios, al juzgarnos a nosotros y a los ángeles, tendría en cuenta nuestros mayores esfuerzos. De cualquier modo que sea, bien o mal, he hecho la propuesta, que ha sido aceptada por los muchachos. Hoy se ha empezado la novena con mucho entusiasmo y hay un buen número que me parece dispuesto a vencer o morir. Necesito toda la prudencia de un general para moderar o dirigir bien su ardor. Pero, ahora me encuentro en un gran lío. Me preguntaron quién sería árbitro del desafío entre nosotros y los ángeles. Y yo, con una confianza, quizá demasiado grande, respondí que dejaba a la Virgen el cuidado de dar a conocer de algún modo el resultado del desafío. Temo haber tentado a Dios con esto. Por eso me dirijo a usted para que acuda en mi ayuda. >>De qué modo? Con uno de sus acostumbrados sueños, que rogaré a María se lo mande durante esta novena. Sería de desear que en este sueño, o de cualquiera otra forma, viera usted a los muchachos de Mirabello, a todos o en parte, vencedores, o bien acariciados por la Virgen que se mostrará satisfecha de ellos por la novena. Al terminarla, o el día de la fiesta, nos haría usted un gran servicio y coronaría la obra si, en nombre de María, nos comunicara nuestro triunfo. íAh, don Bosco, por compasión, no me deje en el apuro, venga en mi ayuda a tiempo! El enfermo que le recomendé sanó enseguida. Se agravó otro (un tal Stella) sobrino del canónigo Manfredi de Voghera. Encomiéndelo. Los demás están todos bien. El número exacto de los actuales alumnos, sin contar los que aún esperamos, es de ciento cuarenta y cinco, diez menos que el año pasado. Ruegue por nosotros. Suyo afectísimo, JUAN BONETTI, Pbro. ((**It9.32**)) Don Bosco debió sonreír ante esta carta, pero como se trataba de excitar cada vez más la devoción filial de los alumnos a María Santísima, después de haberse dirigido ciertamente a Ella con fervorosas oraciones, confió ser oído. Mas no se apresuró a contestar, sino que dejó pasar la fiesta de la Inmaculada y pidió a don Juan Bonetti que le mandara la lista con los nombres de todos los alumnos del Colegio, de los que estaban adscritos a la casa y de los miembros de la familia Provera. Todos los nombres deberían ser escritos en la cabecera de una línea, de modo que él pudiera escribir al lado una palabra, un aviso, una alabanza, o un reproche, en nombre de la Virgen. Es de notar que muchos de los alumnos eran nuevos, y sólo los había visto una vez, y otros le eran totalmente desconocidos por completo, porque habían entrado después de su visita, hecha en noviembre. Don Juan Bonetti se apresuró a mandarle la lista pedida en(**Es9.41**))
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