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((**Es9.403**) Este me entretuvo bastante repitiendo cosas, ya tratadas muchas veces: adujo la imposición de sotana del clérigo Alessio, de Pinerolo, como concedida por mi autoridad; le hice ver inmediatamente la delegación y carta que le adjunto; me dio la misma queja sobre algunos de sus clérigos. Respondí que había recibido facultad para ello con el adecuado decreto de la Curia Arzobispal, pero que nunca me había servido de él, ni podía nadie presentar ningún caso al respecto. Tras unos vagos razonamientos, reclamó estas mismas cosas y acabó sin concluir nada; es decir, que hay que rezar ((**It9.440**)) y esperar; que los que han hablado a mi favor en la Conferencia no saben ni entienden nada de ello y el Obispo, que estaba ausente, hubiese entendido menos que nadie de haber estado presente. Se ofreció como protector de la casa y de la Congregación, y fue todo. Encontrándose las cosas en este punto, he pensado referirme sin más a la carta de monseñor Svegliati y dejar que la Sagrada Congregación incluya en el decreto una fórmula que haga posible la existencia de la Congregación y salve la jurisdicción de los Ordinarios. A tal fin, a primeros del próximo enero, he pensado ir a Roma, persuadido de que las aclaraciones dadas de palabra pueden ayudar más que por escrito. Mucho me gustaría y me ayudaría en esta ocasión una carta suya particular, dirigida al Padre Santo, en la que dijera: <>. Estas y otras cosas parecidas las llevaré yo personalmente al Pontífice y haré también algunas otras diligencias. Que Dios le bendiga, reverendísimo Monseñor, y le conceda unas buenas fiestas y largos años de vida feliz: y, si de algún modo puedo servirle, cuente conmigo como uno de los suyos. Turín, 19 de diciembre de 1868. Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. P. D. -El reverendo Boetti sigue aquí. Nada malo; bueno satis (bastante). >>Le gustaría probar o que yo pruebe dirigirle una tanda normal de ejercicios espirituales y, después, rehabilitarlo para celebrar? Se hará todo como usted diga. Tenía don Bosco extraordinaria y cordial confianza con monseñor Ghilardi, que era como el depositario paterno de sus gravísimas y delicadas penas. Entre las muchas pruebas de lo que aseguramos hay una carta en la que el Venerable le pedía su apoyo ante la Sagrada Congregación del Indice y la de los Obispos y Regulares. Parece que en aquel momento monseñor Ghilardi se encontraba en Roma o debía ir allí 1. 1 La carta es del 1867. Llegó a nosotros, juntamente con otras, después de la publicación del octavo volumen. (**Es9.403**))
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