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((**Es9.392**) al original, se ponían en manos de los alumnos. Encargó a don Juan Bautista Francesia y a otros doctores en Letras expurgar los libros paganos más usados, quitando lo que contenían de impúdico, e hizo imprimir una copiosa colección de folletos titulados: Selecta ex latinis scriptoribus (Selecciones de escritores latinos). Al mismo tiempo, dado que los diccionarios estaban llenos de palabras y frases obscenas, pensó en hacer compilar otros nuevos, limpios de cuanto podía perjudicar a las buenas costumbres. Asignó el largo y pesado trabajo de un diccionario griego-italiano e italiano-griego al profesor Marcos Pechenino, teólogo, y le dio como amanuense un clérigo del Oratorio. Al mismo tiempo encargó los diccionarios latino-italiano e italiano-latino al profesor don Celestino Durando, el cual sacó después de su obra mayor otro diccionario abreviado para los cursos inferiores del bachillerato. Ambos realizaron con gran amor y diligencia su cometido. Pero esto no le bastaba a don Bosco. Quería a toda costa corregir y compensar las ideas paganas con las cristianas y pensaba, por eso, en la publicación de los clásicos latino-cristianos, es decir, de los santos padres y otros escritores de la Iglesia, reivindicando la belleza de la lengua y la magnificencia del estilo de muchas de sus páginas, por muchos conceptos no inferiores a las de la edad de oro de los escritores paganos. Los adoptaría en sus escuelas, estableciendo una lección semanal; y ((**It9.427**)) empezó por las obras de san Jerónimo, como veremos. De este modo pensaba promover la exaltación de la Iglesia Católica y lograr, al mismo tiempo, que la juventud estudiantil tuviera también en los textos algún tema de vida cristiana. Todos estos planes acarrearon al Venerable unos gastos editoriales considerables. Pero, cuando se trataba de preservar las almas del pecado e impedir que se posaran en sus corazones falsas máximas, él se sometía a toda suerte de sacrificios. Mas el trabajo de expurgar los libros de la literatura latina hubiera resultado incompleto, de no haber pensado don Bosco en ampliarlo a los clásicos italianos. Y, a fines de 1868, encargó al doctor Francisco Cerruti que compusiera un diccionario italiano, eliminando todas las expresiones menos delicadas en punto a honestidad; don Francisco Cerruti obedeció y logro realizar un trabajo apreciadísimo bajo todos los aspectos. Ciertamente el peligro de corrupción más grave es el de los clásicos latinos, porque desgraciadamente entre nuestros más celebrados escritores hubo algunos que, olvidándose a veces de los preceptos de la moral, pusieron en peligro de hacer perder el mayor de los bienes (**Es9.392**))
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