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((**Es9.346**) extraña. Me dijo, sin embargo, que, según él, lo mejor era que usted mismo escribiera al Cardenal y le pidiese, no a través del organismo de la Congregación, sino por intercesión privada del Cardenal al Padre Santo directamente la gracia de poder presentar sus clérigos para ordenarse a los Obispos que prefiriera. De este modo, el Cardenal, si abriga esperanza, puede fácilmente obtenerlo para un número o tiempo determinado. Esta concesión ha de ser pedida de viva voz y comunicada a usted por carta diciendo: ex audientia SS diei etc. Sanctissimus concesit etc. (en audiencia del día, etc. Su Santidad concedió, etc.) Este rescripto se obtendrá fácilmente del Pontífice, se podrá confirmar año tras año y servirá de título latente para la aprobación regular de la Congregación. Advierta que la Congregación concede, primero la aprobación, después la facultad de las dimisorias y éstas nunca se conceden si no es por dispensa papal; y si esta dispensa es pedida por medio del cardenal Berardi u otra persona adicta, se alcanzará; pero la Congregación se opondría mucho, si la cuestión tuviera que pasar por sus manos. Tomando de este modo el asunto y pidiendo al cardenal Berardi el favor de que interceda ante el Padre Santo para que usted pueda presentar los clérigos, en número y en tiempo determinado, parece que todo se arreglará por ahora; y se tendrá además un título para obtener más en lo sucesivo. ((**It9.374**)) Le agradezco las noticias de Federico. Tengo mejores informes del conde de la Margherita. Los Padres de la Civiltá Cattolica le saludan; están bien y muy esperanzados. Nos encomiende al Señor y créame Su seguro servidor P. J. OREGLIA También el cardenal Patrizi le informaba de sus gestiones ante el Santo Padre: Reverendo Señor: Recibí puntualmente, por manos de monseñor Manacorda, el libro enviado por usted y las medallas conmemorativas de la nueva iglesia ahí levantada; le doy las más rendidas gracias y ruego al Señor que bendiga y acreciente cuanto usted hace para su mayor gloria y bien de las almas. De acuerdo con sus prisas he procurado conversar con el Padre Santo sobre el asunto que tanto le preocupa y que menciona en la carta a Su Santidad, cuya copia incluye en la mía. Sobre la respuesta que me dio el Padre Santo, veo que la gracia implorada encuentra dificultades por parte de los Obispos que no entienden consentir las ordenaciones de sus clérigos, sin que se observe cuanto prescriben los sagrados cánones. Ese es, en efecto, el estilo constante de la Santa Sede, que sólo permite tales ordenaciones cuando el Instituto Regular, al que pertenecen los ordenandos, esté debidamente aprobado, confirmado y reconocido a todos los efectos de derecho, como Orden y Congregación Regular. Así las cosas, no sabría indicar qué medio hallar para arreglar el asunto, que, como indicaba, está todavía algo embrollado. Advierta, sin embargo, que cuanto escribo aquí lo he dicho, en parte, por cuanto indicó el Padre Santo, y en parte, por noticias tenidas de personas que conocen la instancia por usted presentada, pero todo por vía privada, y no oficialmente. (**Es9.346**))
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