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((**Es9.341**) mismo, para suministrar a V. S. Rvma. materia suficiente con la que formarse un criterio equilibrado del exacto estado de las cosas. Solamente me duele que, habiendo debido ir un poco despacio para tomar estos informes, a fin de que no se llegase a conocer la verdadera finalidad de mis indagaciones, no he podido contestar su estimadísima carta del 28 p. p., número 12417/9, con la urgencia que deseaba. He aquí ahora lo que concienzudamente me apresuro a comunicarle sobre la cuestión. El Instituto, fundado y dirigido por el presbítero don Juan Bosco, se compone de clérigos y jóvenes laicos, los cuales estudian o aprenden allí mismo un oficio. Al principio de la fundación sólo admitían, y gratuitamente, a muchachos abandonados por sus padres, o sin medios de fortuna; ahora, en cambio, no admiten más que muchachos de la más baja clase social, cuyos padres o algún piadoso bienhechor se comprometen a pagarles una pensión mensual. Con todo hay que confesar, en honor de la verdad, que es grandísimo el bien que ha hecho y sigue haciendo todavía el bonísimo don Bosco a tantos pobres muchachos, educándolos cristianamente y capacitándolos para algún oficio. Pero, si esta finalidad primaria de su Institución ha tenido tanto éxito, resulta que no puede decirse lo mismo de los estudios y del espíritu eclesiástico de los clérigos que se encuentran en el citado Instituto. Parece que la primera idea de don Bosco había sido formar en su Instituto un clero separado del de la diócesis. Me consta, en efecto, que desde el principio intentó conseguir, y lo obtuvo después, que sus clérigos estudiasen en su Instituto la Filosofía y la Teología. Así anduvieron las cosas por algunos años, pero como sus clérigos no se presentaban al examen, o tenían un mediano resultado, entonces se prescribió por esta Curia Arzobispal, que también los clérigos de don Bosco debían ir a clase de Filosofía y Teología al seminario. Algunos de estos clérigos, que disponían de medios suficientes, fueron admitidos en el seminario de Chieri y se les encontró tan flojos en los estudios, que el mismo Rector del seminario hubo de confesar que no entendían el latín. ((**It9.368**)) Desde que asisten a las clases de este seminario, el resultado en los estudios parece que ha mejorado bastante; no todos ellos se presentan a exámenes: algunos se abstienen porque se les considera incapaces de someterse a ellos. Por lo demás, no debe extrañar que el resultado de tales estudios sea tan mediocre, si se piensa que don Bosco confía a sus clérigos diversas incumbencias en el Instituto, como por ejemplo, dar clase a los niños, asistirlos, etc., cargos que les obligan a ocupar en otras cosas el tiempo que deberían dedicar a los estudios. Si en este Instituto hay tantas dificultades para que los clérigos sigan regularmente los estudios normales, debo además añadir que son mayores las existentes para poder infundir en los mismos el verdadero espíritu eclesiástico y los principios de la buena educación tan necesarios para un sacerdote. El continuo trato de aquellos clérigos con los otros jóvenes laicos del Instituto, la excesiva familiaridad y amistad con que mutuamente se tratan, según mi pobre parecer, no las creo muy aptas para formar un buen clero. Me aconteció bastantes veces visitar este Instituto durante las horas de recreo y le confieso que siempre experimenté una impresión muy triste al ver a los clérigos mezclados con jóvenes que aprenden el oficio de sastre, carpintero, zapatero, etc. Corrían con ellos, jugaban, saltaban y hasta se propinaban más de un pescozón, con poco decoro por parte de unos y con poco o ningún respeto por parte de los otros. El bueno de don Bosco, satisfecho con que sus clérigos estén devotamente en la iglesia, no se preocupa de formar su corazón en el verdadero espíritu eclesiástico y (**Es9.341**))
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