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((**Es9.30**) Contaba su parroquia con más de sesenta mil italianos. Aprendió los distintos dialectos y celebraba solemnemente las festividades de cada uno de los Patronos de las diversas regiones italianas. Así despertaba entre sus connacionales el entusiasmo patriótico y los atraía a la iglesia con procesiones religiosas en las que se desplegaba el mayor esplendor, actos que evocaban las costumbres y tradiciones patrias. Fue infatigable en el ejercicio del ministerio parroquial y heroico en la asistencia a los enfermos. Don Esteban Bourlot, pues, joven serio y sagaz, hacía poco que había entrado en el Oratorio dispuesto a dar su nombre a la Pía Sociedad. Sentía cierta repugnancia en prestar fe a los sueños de don Bosco que le contaron sus compañeros más antiguos y, por tanto, con espíritu de crítica estuvo a la espera de lo que sucedería respecto a la desaparición de los tres jóvenes vistos por don Bosco en el sueño y a las circunstancias que debían acompañar a estas defunciones. De forma que, con don Joaquín Berto y con don José Bologna, comenzó a consignar por escrito los acontecimientos según iban sucediendo y los tres firmaron el acta redactada cuando se cumplieron las profecías, quedando maravillados de la admirable precisión con que se llevaba a cabo cuanto don Bosco había anunciado. Pero estos testimonios escritos se perdieron en un ((**It9.19**)) traslado de cartas y documentos, hecho por quien nada entendía sobre el valor de los mismos, habiéndose salvado solamente del naufragio una hoja que habla de la muerte del primero de los jóvenes. Por suerte, al regresar el padre Bourlot de América por algún tiempo, mientras nos facilitó algunos datos que añadir al sueño, nos dio también noticias sobre el fin de los otros dos jóvenes, dejándonos la siguiente declaración, fechada en 12 de octubre de 1889: <> Y añadía que, si bien no recordaba los apellidos del segundo y del tercero, podía asegurar que uno de ellos comenzaba con la letra B, que era cerrajero de oficio y que murió en el hospital asistido por don Bosco, que le confesó por última vez. No dejaremos de ilustrar el testimonio del P. Bourlot cotejando con él las memorias biográficas del Venerable que nosotros mismos hemos reunido, más algunas notas de don Miguel Rúa y los necrologios y presentaremos el resultado de todo ello al lector, narrando los sucesos de 1868. Hemos de hacer notar cómo el anuncio de la muerte de aquellos(**Es9.30**))
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