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((**Es9.29**) salvo con ellos; pero pronto los perdí de vista. Relámpagos y truenos se sucedían sin cesar. Parecía que de un momento a otro seríamos víctimas del rayo. Cayó después una lluvia torrencial y violentísima. Jamás había presenciado tan recio temporal. Yo daba vueltas por el jardín buscando a mis muchachos y un lugar donde guarecerme, pero no encontraba ni a los unos ni a los otros. Toda aquella región aparecía desierta. Busqué la puerta para salir, y a pesar de mis prisas no la encontraba; al contrario, cada vez me alejaba más de ella. Al fin cayó una granizada tan espantosa que en mi vida había visto granizo de semejante grosor. Algunos granos que me cayeron sobre la cabeza, lo hicieron con tal violencia que me desperté, y me encontré en el lecho. Os aseguro que me hallaba más falto de fuerzas, que cuando me retiré a descansar. Todas estas cosas las vi, como os he dicho, en sueño, y no os las cuento para que las creáis realidades, sino para que saquéis de ellas algún provecho si es posible. Consideremos como sueño lo que no nos interesa, pero aceptemos como realidades lo que nos puede servir de alguna utilidad, tanto más que podemos asegurar que así como sucedieron ciertas cosas que anunciamos en otras ocasiones, al presente podría ocurrir lo mismo. Aprovechémonos, pues; estemos preparados para la muerte; recemos a la Santísima Virgen y mantengamos el pecado alejado de nosotros. Os dejo, por último como aguinaldo la siguiente máxima: La confesión y la comunión frecuente y devota, son un gran medio para salvar el alma. íBuenas noches! Don Bosco narró este sueño en dos noches consecutivas. El texto del relato que acabamos de dar procede de la crónica particular del estudiante de teología Esteban Bourlot, que dejó copia del mismo firmada por él con fecha del 29 de enero de 1868. Y escribió al pie de la página: <> ((**It9.18**)) Para demostrar la importancia de este testimonio y el valor de la capacidad mental del mismo, diremos que Esteban Bourlot, ordenado sacerdote, fue enviado por don Bosco como misionero a América, donde le fue confiada la inmensa y turbulenta parroquia de la Boca, en Buenos Aires, a la sazón guarida de las sectas anticristianas. Y él, con su actividad, su firmeza de carácter, su palabra franca y leal, animada siempre por la fe, y su ardiente caridad, sometió a las más rebeldes voluntades. Logró reformar la población; fue amado por los buenos y temido por los adversarios especialmente cuando con su periódico Cristóbal Colón se hizo el árbitro de la opinión pública en la Boca, donde levantó un grandioso templo, un colegio para niños, otro para niñas, y estableció Oratorios festivos, asociaciones católicas de socorros mutuos y la sociedad de las Conferencias de San Vicente de Paúl.(**Es9.29**))
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