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((**Es9.27**) mis muchachos. Me detuve a contemplarlos. Los conocía a todos y me parecía que no faltaba ninguno; los veía como tantas veces, sin notar en ellos nada de particular. Pero, examinándolos más de cerca, vi algo que me llenó de admiración y de horror. Bajo la gorra de muchos, salían de la frente dos cuernos. Unos los tenían largos, otros cortos; éstos enteros, aquéllos partidos; algunos sólo conservaban la señal de haberlos tenido porque estaban perfectamente rotos en la misma raíz, y ya no apuntaban ni crecían; otros, no podían impedir que continuasen desarrollándose, aunque estaban rotos y seguían creciendo cada vez más gruesos y reproduciéndose siempre. No faltaban quienes no sólo tenían cuernos sino que, además, parecía que se sentían orgullosos de tenerlos, y daban continuas cornadas a los compañeros. Me llamaron la atención los que tenían un solo cuerno en mitad de la cabeza, ((**It9.15**)) pero de grosor extraordinario, y que eran los más peligrosos. Finalmente vi a unos cuya frente cándida y serena jamás se había visto afeada por semejante deformidad... Os quiero hacer presente que podría indicar a cada uno de vosotros en particular el estado en que le vi en el jardín. Me alejé un poco de los jóvenes, acompañado solamente por mi guía, y llegué a cierto paraje elevado, donde vi una extensa región ocupada por una muchedumbre de gente que guerreaba entre sí: eran militares. Durante largo espacio de tiempo combatieron encarnizadamente sin compasión alguna de nadie. Era mucha la sangre vertida. Yo veía a los infelices que caían al suelo degollados. Entonces pregunté a mi compañero: ->>Por qué estos hombres se matan de esta manera tan terrible? -Gran guerra, exclamó mi guía, en el año 1868, y ésta no terminará sino después de haberse derramado mucha sangre. ->>La guerra tendrá como escenario nuestro país? >>Qué gente es ésta? >>Son italianos o extranjeros? -Observa a los soldados y por sus uniformes sabrás a qué nación pertenecen. Los observé atentamente y comprendí que eran de distintas naciones. La mayor parte no vestían como nuestros soldados, pero también había italianos. -Esto sígnífica, añadió el personaje, que en esta guerra tomarán parte los italianos. Nos retiramos de aquel campo de muerte y caminando por un breve espacio de tiempo llegamos a otra parte del jardín. En aquel instante oí gritar a voz en cuello: -íHuyamos de aquí! íHuyamos de aquí! Huyamos, de lo contrario moriremos todos. Y vi una gran multitud que huía y, en medio de ella, a muchos de complexión sana y robusta que caían muertos por el suelo. ->>Qué os pasa, por qué huís?, pregunté a uno de ellos. -El cólera causa muchas víctimas me respondió; y si no huímos, moriremos también nosotros. -Pero >>qué es lo que veo?, dije a mi guía. Por todas partes reina la muerte. -íGran epidemia en el 1868! exclamó. ->>Cómo es posible? >>El cólera en invierno? >>Es posible que mueran del cólera haciendo tanto frío? -En Reggio Calabria se cuentan hasta cincuenta defunciones diarias. Seguimos más adelante aún, y vimos una inmensa multitud de gente, pálida, abatida, exánime, consumida, con las ropas destrozadas.(**Es9.27**))
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