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((**Es9.266**) sin movimientos groseros, contrarios a la compostura cristiana. A continuación, montados en el pasavolante, y armados de un florete, lograban enfilar y llevarse los anillos que colgaban a conveniente altura, cuando más rápido era el movimiento. Finalmente se puso como blanco de sus golpes una especie de globo de papel; la máquina (el pasavolante) siguió girando y los floretes rasgaron el blanco, de donde salió volando una bandada de pajaritos. Así concluyó el espectáculo. Don Bosco había contemplado todo desde la barandilla del primer piso, sin decir palabra, ni dar muestra de aprobación. Satisfecho de ver cómo se divertían sus hijos, había querido hacer más agradable su diversión con su presencia, pero su mente andaba con otros cuidados. (**Es9.266**))
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