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((**Es9.191**) a Dios, me hace temer que hayáis de expatriaros de la patria de los bienaventurados. Poned una mano sobre vuestro pecho y en el silencio de la noche, en el secreto de vuestras habitaciones, preguntad a vuestro corazón, que os responderá si es vano mi temor. Quizá os equivocáis Vos, Eminencia. Y, si así fuese, no os ilusionéis pensando reparar el mal en los últimos días de vuestra vida. No hay que olvidar que mors non tardat (la muerte no tarda). Retractaos ahora: en punto de muerte os hallaréis contento. (Creedlo: vuestra retractación os procurará, también aquí abajo, mayor gloria que la que os pueden dar en estos días los que parecen vuestros admiradores. Vuestro ejemplo será, tal vez, en este siglo, como un relámpago que iluminará a muchos ciegos, que en estos días van andando a tientas por las vías del error, sacudirá fuertemente a muchos infelices, que, por debilidad o por engaño, alejados de la Iglesia Católica, duermen el sueño de la muerte en el seno del error) 1. Vuestra retractación hará un bien inmenso a las almas, la Santa Iglesia os lo agradecerá, los católicos os admirarán y aplaudirán vuestro valor. Y el mismo Jesús os lo pagará con largueza. Poned en paz vuestro corazón, consolad a Pío IX, edificad a la Iglesia, alegrad a los ángeles. Recordad, en fin, que si vos tardáis, quizás no tarde la muerte y pudiera, tal vez, suceder que no ande lejos de vuestra puerta. Sí, os lo repito, alzad los ojos al cielo, elevad al cielo vuestro corazón, perdedlo todo, pero no perdáis el paraíso. ((**It9.191**)) Besando la sagrada púrpura con profunda veneración, me profeso De Vuestra Eminencia, Mirabello Monferrato (septiembre 1866) Humildísimo y respetuoso servidor JUAN BONETTI, Pbro. Por toda respuesta recibió don Juan Bonetti un ejemplar de la autodefensa del Cardenal, impresa; tal vez la Apelación al Papa. Bonetti, a su vez, replicaba: Eminencia: He recibido, poco ha, vuestro escrito. Si sois Vos quien me lo enviáis, os agradezco la molestia que os habéis tomado; no merezco tanto. Y puesto que se me presenta una ocasión propicia; permitidme algunas observaciones, que me parecen sugeridas por el gran afecto que profeso a la Santa Sede, al Vicario de Cristo, así como a V. E. Vos os llamáis inocente, y llamáis culpable al Padre Santo. Otros dicen lo contrario. Por tanto, la cosa es, por lo menos, dudosa. Sed, pues, inocente, Eminencia, quiero concedéroslo; pero, en tal caso, Vos, en vuestros escritos, me ofrecéis el aspecto de un hijo que, para librarse a sí mismo de la infamia, se la arroja a su propio padre. Y si así fuera, Eminencia, >>qué se debería decir de vuestro corazón? Vos, a mi entender, os habríais portado más laudablemente y con mayor bien para la Iglesia 1 Este párrafo, que nosotros ponemos entre paréntesis, está tachado en el manuscrito con una raya de lápiz. (**Es9.191**))
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