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((**Es9.176**) amplio y tétrico patio, al fondo del cual se veía una portezuela fea, gruesa, la peor que había visto jamás y encima de la cual se leía esta inscripción: Ibunt impii in ignem aeternum (Los impíos irán al fuego eterno). Los muros estaban cubiertos de inscripciones en todo su perímetro. Pedí permiso a mi guía para leerlas y me contestó: -Haz como te plazca. ((**It9.174**)) Entonces miré por todas partes. En un sitio vi escrito: Dabo ignem in carnes eorum ut comburantur in sempiternum (Pondré fuego en su carne para que ardan para siempre) -Cruciabantur die ac nocte in saecula saeculorum (Eran atormentados día y noche por los siglos de los siglos) -Y en otro lugar: Hic universitas malorum per omnia saecula saeculorum (Aquí todos los males, por los siglos de los siglos). En otros: Nullus est hic ordo, sed horror sempiternus inhabitat (Aquí no hay ningún orden, sino que impera un horror sempiterno) -Fumus tormentorum suorum in aeternum ascendit (El humo de sus tormentos sube eternamente) -Non est pax impiis (No hay paz para los impíos) -Clamor et stridor dentium (Clamor y rechinar de dientes). Mientras iba alrededor de los muros leyendo aquellas inscripciones, el guía que se había quedado en el centro del patio, se acercó y me dijo: -Desde ahora en adelante nadie podrá tener un compañero que le ayude, un amigo que le consuele, un corazón que le ame, una mirada compasiva, una palabra benévola; hemos pasado la línea. >>Tú quieres ver o probar? -Quiero ver solamente, respondí. -Ven, pues, conmigo, añadió el amigo. Y tomándome de la mano me condujo ante aquella puertecilla y la abrió. Esta ponía en comunicación con un corredor, en cuyo fondo había una gran cueva cerrada por una ancha ventana con un solo cristal, que llegaba del suelo a la bóveda, y a través del cual se podía contemplar el interior. Crucé el umbral y me detuve presa de terror indescriptible. Apareció ante mis ojos una especie de inmensa caverna, que se perdía en las profundidades excavadas en las entrañas de los montes, todas llenas de fuego, pero no como el que vemos en la tierra con sus llamas en movimiento, sino de una forma tal que todo lo dejaba incandescente y blanco a causa de la elevada temperatura. uros, bóvedas, pavimento, hierros, piedras, madera, carbón, todo estaba blanco y brillante. Aquel fuego sobrepasaba en calor millares y millares de veces al fuego de la tierra, sin consumir ni reducir a cenizas nada de cuanto tocaba. No puedo describir esta caverna en toda su espantosa realidad. Praeparata est enim ab heri Thopheth, a rege praeparata, profunda et dilatata. Nutrimenta eius, ignis et ligna multa: flatus Domini sicut torrens sulphuris succedens eam. -Isaías XXX, 33. (Preparado está desde hace tiempo un Tófet, también para Mélek un foso profundo y ancho; hay paja y madera en abundancia. El aliento de Yahvéh, cual torrente de azufre lo enciende). Mientras miraba atónito todo aquello, llegó por un pasaje, con gran violencia, un joven que, como si no se diera cuenta de nada, lanzó un grito agudísimo, como quien está para caer en un lago de bronce hecho líquido y se precipitó en el medio, se tornó blanco como toda la caverna y quedó inmóvil, mientras por un momento resonaba el eco de su voz moribunda. Horrorizado contemplé un instante a aquel joven y me pareció uno del Oratorio, uno de mis hijos. -Pero >>éste no es uno de mis jóvenes?, pregunté al guía; >>no es fulano? (**Es9.176**))
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