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((**Es9.175**) por aquel larguísimo corredor, se oyó un prolongado ruido infernal que se alejaba cada vez mas, aquéllos desaparecieron y las puertas se cerraron. Muchos otros cayeron después de éstos de cuando en cuando... Vi precipitarse allí a un pobrecillo, impulsado por los empujones de un malvado compañero. Otros caían solos, algunos acompañados; unos agarrados del brazo, otros separados, pero próximos. Todos llevaban escrito en la frente el propio pecado. Yo los llamaba afanosamente mientras caían en aquel lugar. Pero ellos no me oían, retumbaban las puertas infernales al abrirse y al cerrarse se hacía un silencio de muerte. -He aquí la causa principal de tantas condenas, exclamó mi guía: los compañeros malos, las malas lecturas y las perversas costumbres. ((**It9.173**)) Los lazos que habíamos visto al principio eran los que arrastraban a los jóvenes al precipicio. Al ver caer a tantos de ellos, dije con acento de desesperación: -Entonces es inútil que trabajemos en nuestros colegios, si son tantos los jóvenes que tienen este fin. >>No habrá manera de remediar la ruina de estas almas? Y el guía me contestó: Este es el estado en que actualmente se encuentran y, si muriesen en él, vendrían a parar aquí sin remedio. Déjame, pues, anotar los nombres para que yo pueda avisarles y ponerlos en la senda que conduce al Paraíso. ->>Y, crees tú que algunos se corregirían si les avisases? Al principio el aviso les impresionará; después no harán caso, diciendo: se trata de un sueño. Y se tornarán peores que antes. Otros, al verse descubiertos, frecuentarán los Sacramentos, pero no de una manera espontánea y meritoria, porque no proceden rectamente. Algunos se confesarán por un temor pasajero a caer en el infierno, pero seguirán con el corazón apegado al pecado. ->>Entonces, no hay remisión para estos desgraciados? Dame un remedio para que puedan salvarse. -Helo aquí: tienen los superiores, que los obedezcan; tienen el reglamento, que lo observen; tienen los Sacramentos, que los reciban. Mientras tanto, un nuevo grupo de jóvenes se precipitaba en el abismo y las puertas permanecieron abiertas durante un instante. -Entra tú también, me dijo el guía. Me eché atrás horrorizado. Estaba impaciente por regresar al Oratorio, para avisar a los jóvenes y detenerles a fin de que no se perdiera ninguno más. Pero el guía me volvió a insistir: -Ven, que aprenderás más de una cosa. Pero antes dime: >>quieres proseguir solo o acompañado? Me dijo esto para que reconociese la insuficiencia de mis fuerzas y, al mismo tiempo, la necesidad de su benévola asistencia; por lo que contesté: -Quita allá: >>solo en ese lugar de horror? >>Sin la ayuda de tu bondad? >>Y quién me enseñará el camino de vuelta? Y de pronto me sentí lleno de valor pensando para mí: -Antes de ir al infierno hay que pasar por el juicio y yo no me he presentado todavía ante el Juez Supremo. Así que exclamé resueltamente: -íEntremos, pues! Y penetramos en aquel estrecho y horrible corredor. Corríamos con la velocidad del rayo. Sobre cada una de las puertas del interior lucía con la luz velada una inscripción amenazadora. Cuando terminamos de recorrerlo desembocamos en un (**Es9.175**))
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